"Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Más dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?.
¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado?. En vuestros diezmos y ofrendas.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Malaquías 3:7-10.
El libro del profeta Malaquías es un libro sumamente interesante. En el mismo se trata de promesas de Dios, sus bendiciones y también sus demandas. Jehová trata con Israel a través del profeta, amonestándoles, llamándoles a volver a sus caminos y a adorarle como sólo Él se merece. Además este libro es todo un tratado de finanzas.
En él, Dios enseña al mundo lector de Su Palabra sobre ofrendas, primicias y diezmos; asimismo le hace vislumbrar los enormes resultados personales y familiares, económicos y espirituales que vendrán para su pueblo dador. Amén.
Pero, sobre todo, el libro de Malaquías es un manual completo de adoración. Este será el corto enfoque que haremos sobre la profecía de Malaquías. Gloria a Dios.
No hay ninguna duda en que Jehová Dios, desea la prosperidad de Su Pueblo (III de Juan 2). Él no escatimó nada, ni a su propio hijo Jesucristo para bendecirnos (Juan 3:16).Él siempre ha querido manifestar su amor a sus hijos, relacionándose con ellos. De esa maravillosa relación de amor (oración, alabanza, adoración y comunión), se desprenderán múltiples beneficios y bendiciones para la Iglesia (Su Pueblo). La meta de Dios es nuestra prosperidad en todos los campos. Para hallar esa meta Él nos impulsa a caminar bajo los principios bíblicos no sólo del dar, sino sobre todo de la adoración ferviente.
Su orden es que nos apeguemos a Su Ley para poder bendecirnos.
El amor de Dios también implica disciplina cuando hay transgresión. Nuestra oposición a sus principios, lo obliga a disciplinarnos positiva y correctivamente. De ahí que el libro de Malaquías es también de amonestación, disciplina y corrección.
Es en medio de la religiosidad de Israel, de su olvido de Dios y Su Ley, que el Señor les envía profeta con su mensaje quemante. Israel violó La Palabra y soberbiamente menospreció el santuario y las ofrendas de su Dios. Israel violó principios rectores del ceremonial divino y pisoteó las enseñanzas de Moisés concernientes a ofrendar al Rey.
Malaquías trae a Israel un mensaje del gran Dios Jehová. Es Dios, que se expresa con carácter de papá al endurecido pueblo y presenta la queja de un Padre amoroso, exasperado contra sus hijos caprichosos. Israel no había tomado en serio los principios prácticos del dar y Él no podía bendecirlos. Aunque el lenguaje usado es fuerte e incitador, se percibe el dolor del Padre y la “frustración” del que queriendo bendecir, no puede, por el pecado de la nación. Por medio del profeta, Dios trata de comunicarse con sus hijos rebeldes y confundidos. Hay ternura de Padre en el mensaje profético; pero también el anuncio de disciplina si no hay un cambio radical.
En el capítulo 1 del libro hay un énfasis de la preocupación del Padre por las decisiones descabelladas de Israel. Dios está triste y enojado, pero les habla por el amor que les tenía. Se dirigió a ellos por profecía enfatizando: “os he amado” (verso 2).
El libro comienza con una declaración de amor que a la vez será la base de Su disciplina. Dios había elegido a Israel soberanamente y por causa de ese cariño no fueron consumidos.
La gran queja de Dios no era por dinero ni por el valor de las cosas ofrendadas, sino por la violación de los principios de adoración establecidos por Él. Dios quiere despertar a Israel mostrándoles sus errores y por qué no puede bendecirles. Ellos han ofendido la Dignidad y Majestad de Dios con su miserable devoción, reflejada en ofrendas despreciables. El problema entre Israel y Dios no era un asunto de dinero, sino de adoración.
Dios se había ofendido porque Israel usó Su Casa, prácticamente como un basurero y trajeron sus desechos como ofendas a Él. Le dieron a Jehová “lo último y lo peor”.
El Señor le recuerda a Israel que Él es Dios, Soberano del Universo cuyo Nombre es invocado en toda la tierra y exaltado en grado sumo en todo lugar. Él no puede recibir menos honra que la que Él merece. Jehová esperaba de Su pueblo amor hacia Él, respeto, honra de Rey Supremo. Menos que eso es un insulto para ÉL..
Dios quiere lo primero y lo mejor de lo que poseemos para Él. Malaquías hace una declaración entre líneas que es bien sobrecogedora: “el hombre se hace bendito o maldito” según dé a Dios lo mejor o lo peor. La profecía de Malaquías exhorta a los judíos a volverse a Dios, a buscar un genuino arrepentimiento y una oración ferviente para la restauración nacional.
El Señor los quiere otra vez en la senda de la bendición. Él les enseña que diezmos ofrecidos a Él, sin un corazón dispuesto no son aceptados. La gran cosecha que esperaban, jamás llegaría si no estaba basada en una correcta relación de respeto y amor con Él. Dios es claro. Si damos a nuestros gobernantes o príncipes terrenales los mejores presentes, cómo nos atrevemos a acercarnos a Él para adorarle con lo que nos sobra. Esto jamás será verdadera adoración.
En el capítulo 2, el Señor trata duramente con el liderazgo. Su mensaje allí, aunque alude a la nación (y a la Iglesia) va orientado al sacerdocio. Jehová muestra su enojo y devuelve la ofrenda. Él invalida la ofrenda y la hace inútil por cuanto no estaba al nivel de lo que Él requería de ellos. Hay impresa en la disciplina del Señor una maldición sobre lo que podrían haber sido las bendiciones de Israel. Una incorrecta adoración, anula la bendición.
El amor de Dios se manifiesta claramente cuando en el capítulo 3, Él anuncia todas las cosas que está dispuesto a desatar si Israel se humilla y le adora como es debido.
El profeta da un gran anuncio: aunque sus ofrendas presentadas son inmundas, el Mesías vendrá y las purificará como se purifica el oro y la plata (así también los corazones).
Hay un rayo de esperanza en el anuncio mesiánico y una alusión a los tiempos futuros. Con la venida del Mesías no sólo las ofrendas serían purificadas, sino sobre todo el corazón de Israel.
En el corazón de los adoradores era donde radicaba en verdad el problema. Dios promete cambiarlo y con ello el estilo de vida devocional de Israel.
En este capítulo clave, Dios insiste en revelarle Su Amor a Israel. Aun cuando la nación no ha reaccionado bien, el Señor les anima a volverse a Él y les enseña cómo hacerlo.
Hay una enseñanza clave de Dios para cada israelita. Israel no sólo robaba a Dios al retener diezmos y ofrendas, pero también al ofrecerle lo corrupto e inaceptable. El sendero a la abundancia, a la bendición y a la prosperidad está hecho de darle a Dios lo primero y lo mejor.
Bajo Su Amor perfecto lanzó el reto a Israel: “Probadme en esto”, Dios nos ordena probarle a través de nuestra adoración. Él siempre vendrá al encuentro de un adorador. Ante la fidelidad, lealtad y amor del hombre a su Dios, el Señor siempre responderá con Amor y Bendición. Amén.
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa...verso 10 del capítulo 3.
Dios le promete siete poderosas bendiciones al adorador santo que le brinda a su Señor, adoración digna y excelente:
1.- Os abriré las ventanas de los cielos (alude a la bendición de lluvias a su
tiempo provisión milagrosa y sobre todo Su presencia).
2.- Derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde (bendiciones
físicas, materiales, familiares y espirituales).
3.- Reprenderé también por vosotros al devorador (protección y derrota de
satanás).
4.- Y no os destruirá el fruto de la tierra (preservación, cuidado y seguridad en
la tierra).
5.- Ni vuestra vid en el campo será estéril (protección de la familia).
6.- Y todas las naciones os dirán bienaventurados (bendición evidente, fama,
renombre y unción).
7.- Seréis tierra deseable (gente escogida, apreciada por Él para su servicio).
El libro de Malaquías trata con el dar y las finanzas, si desde luego lo aplicamos a nuestros días; pero sobre todo trató con los requisitos divinos para recibir la adoración de un pueblo y sus correspondientes ofrendas.
Concluimos de este capítulo tres que Jehová quiere una excelente adoración, de corazón puro y agradecido. El pueblo que llena Su Trono de alabanzas y lo honra como Rey de Reyes con sus bienes y su vida íntegra, tiene promesas de recibir: Avivamiento, Abundante Provisión, Victoria y reprensión contra su enemigo, Protección del fruto y trabajo, Protección Familiar, Renombre y testimonio de la bondad de Dios ante los demás Escogimiento divino para el servicio.
Todo esto sin duda vendrá, si damos a Dios en adoración, lo primero y lo mejor.
El capítulo 4 nos lleva al climax de las promesas divinas. Dios le promete a Su Pueblo obediente y adorador un mover sobrenatural de Su Espíritu. Dios anuncia las bendiciones para los obedientes y juicio para los desobedientes. Esto sucederá a los que oyen Su Voz y practican Sus reglas de adoración (versos 2 y 3).
1.- Nacerá el Sol de Justicia.
2.- Salvación vendrá.
3.- Saldrán en paz.
4.- Saltarán de gozo.
5.- Hollarán a los malos (enemigos).
6.- Tendrán victoria total.
El premio a una adoración excelente, plena de obediencia al Espíritu Santo y a Su Palabra es “infinita”.
Podemos extraer del libro de Malaquías grandes moralejas para la vida práctica devocional de la Iglesia Moderna.
Lo que fue dicho a Israel, no fue dicho sólo para su tiempo ni para sus prácticas religiosas; son lecciones de adoración para todos los tiempos y para todos los pueblos.
Dios sólo bendice a los que le honran como Él merece. Hoy vivimos tiempos de materialismo llano, donde sólo importa el dinero. Se dan por doquier seminarios sobre cómo hacer dinero y acumular riquezas y posesiones. La prosperidad es parte del plan divino, pero debe ir aparejada a la prosperidad del alma y del espíritu. Con Dios no hay fórmulas o caminos cortos que eliminen la adoración excelente, la cual debe tener como ingredientes la obediencia, el apego a Su Palabra y mucha humillación ante Él.
La gran lección es: Dios quiere corazones puros en sus adoradores para recibirles su ofrenda. Él desea se le honre como Dios, se le adore como Deidad Suprema y se le respete como Máxima Autoridad. Él es Dios. Como tal debe ser exaltado hasta lo sumo. Él es Señor de Su Creación. Como tal debe ser reverenciado. Aleluya.
La Iglesia debe aprender la lección de Israel. No podemos darle a Dios cualquier cosa por adoración. Él merece toda la gloria, la honra y el honor. A Dios para agradarle con nuestra adoración sólo debemos, sólo podemos darle: “lo primero y lo mejor”. Así sea.