Somos parte del Reino del Señor que ha dictado leyes a nuestro favor. Conozcámoslas para que se cumplan en nuestra vida.
Por: Apóstol José Hernández Fecha de Impartición: 3.21.2011
Lucas 4:16-21 explica cómo Jesús comenzó Su ministerio entrando a la sinagoga y leyendo el pasaje de Isaías 61: 1-2. Lo primero era dejar clara su identidad y su misión. Estratégicamente se detuvo antes de leer el verso 3 porque a partir de allí se describe toda la Constitución del Reino. Lo más importante en ese momento era identificarse para luego dictar las nuevas reglas que anularían las de Satanás que gobernaba desde que Adán le cedió el derecho de hacerlo.
La Constitución es la norma fundamental escrita y establecida para dirigir una nación. Garantiza al pueblo sus derechos y libertades, así como los límites de relación entre los poderes de gobierno. Tiene supremacía sobre cualquier otra ley posterior. Toda norma contraria queda anulada. No hay ninguna ley más poderosa, por eso es tan importante conocerla y darle valor.
Como cristianos pertenecemos a un Reino gobernado por un Rey poderoso cuya Palabra es ley que no puede cambiar y nos beneficia porque nos ama. Nos regimos por Su Constitución que norma nuestra vida. En ella ha preservado nuestros derechos y libertades, así como nuestra obligaciones.
Jesús vino con la misión de remover el reino de las tinieblas cuya Constitución es matar, hurtar y destruir. Su plan fue redimir al hombre y restituirle en le Reino de Dios donde la Constitución nos ofrece nueva identidad y salvación. La ley de destrucción y muerte que operaba sobre ti queda revocada porque hay supremacía en la ley del Señor que dice: “El cielo y la tierra pasarán, más Mi Palabra no pasará”. Conoce tus derechos y hazlos valer, ¡no los desperdicies por ignorancia y falta de fe!
El primer estatuto de la Constitución tiene que ver con tu identidad (Isaías 61:3) porque habla de darte gloria, ungirte con óleo e investirte con manto de alegría, es decir, celebrar una ceremonia de coronación para que puedas ser Su embajador. La Palabra dice “y nos hizo reyes” porque tenemos poder y autoridad para gobernar. Tenemos corona, unción sobrenatural de Dios, manto de realeza, los demonios nos temen porque nada puede dañarnos.
Además, en el mismo verso 3 de Isaías 61, Dios te llama árbol de justicia y plantío de Su propiedad porque a partir de ese momento, cuando asumes tu nueva identidad, te conviertes en alguien que produce fruto abundante. Formas parte de Su huerto y se acabó tu esterilidad. ¡Estás destinado a producir material y espiritualmente! Ya no pienses en escasez sino en abundancia.
En el verso 4 habla de reedificar en las ruinas porque ahora tú reconstruirás sobre lo que pudieron dañar tus antepasados. Eres un restaurador, contigo se acabó la maldición, se cerró toda puerta de maldad y ¡el enemigo ya no puede operar en tus futuras generaciones!
En el verso 5 continúan las buenas noticias porque dice que los extranjeros y extraños trabajarán para ti. Todo ciudadano del Reino tiene la capacidad de ser empresario. Dios te dará empleados que trabajen para ti. La norma lo dice, dentro de ti está el potencial no lo desperdicies. Se derramará unción fresca de ideas creativas sobre ti para que generes una empresa poderosa.
El verso 6 de Isaías 61 contiene otra ley poderosa que te establece como sacerdote, o sea, como Su representante delante de los hombres. Esto cambia paradigmas porque nos abre los ojos para ver que ya no necesitamos pedir que intercedan por nosotros sino que ahora buscaremos quiénes necesitan de nuestra intercesión. Hay una activación sacerdotal en ti, tienes audiencia plena, no requieres señales y milagros para creer porque eres tú quien debe generarlos, como Su ministro a quien pertenecen las riquezas de las naciones. La transferencia de esa abundancia ya viene y será sublime, tal como lo dice la Palabra. ¡Este será el mejor año de tu vida!
El verso 7 habla de honra y perpetuo gozo porque el dolor del pasado, la angustia del reino de las tinieblas no te harán sentir más tristeza. Cuando abrazas el recuerdo de las vergüenzas y amarguras de tu pasado, eres esclavo del sufrimiento, pero cuando por fe abrazas las palabras y decretos de tu Rey, tus sufrimientos se convierte en esclavos de tus victorias.
En el verso 8 la Constitución nos recuerda que el Señor ama la justicia y odia el robo e iniquidad. Todo lo que te han quitado regresará a ti. Recuerda que la justicia es una de las normas que rige este Reino.
La Constitución del Reino alcanza a quien vive según dichos preceptos y a toda su descendencia a quienes la Palabra llama “linaje bendito de Jehová” (Isaías 61: 9). No hay nada qué temer porque tus hijos pertenecen al Rey. ¡Si el diablo quiere hijos, deberá buscarse una diabla y tener los suyos, porque los tuyos son del Señor!
Todo lo contrario a la Constitución del Reino de Dios se desactiva ahora mismo. Lo que toques prosperará y tendrás abundancia. Tu identidad ha cambiado por completo, acéptalo como el dueño de tu vida y tu familia porque Su poder es justicia, bendición y perdón.