Los Cristianos hemos estado divididos en muchas de las prácticas que tenemos de continente a continente. Estas prácticas por lo general, son más bien cosméticas, como si la mujer se debe poner pantalón o pintar, o que clase de altar tenemos, si uno solemne con un púlpito, cruz y mesa, o uno lleno de luces sicodélicas y en ocasiones, humo.
Algunas practicas no son tan cosméticas que digamos, pero si ponen en peligro la libertad por la que Cristo nos hizo salvos,
“I Cor. 7: 23 Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de nadie. NVI”
El tema de la libertad y conciencia Cristiana ha sido un tema desde lo más temprano del Cristianismo. En la primera carta a los Corintios, el apóstol Pablo hace una sugerencia de que debemos de negarnos a nosotros mismos si nuestra conducta afectaría la consciencia de otros, cf. I Cor. 10:23-33, en especial los versículos 27 y 29. Vemos a Pablo nuevamente en Romanos haciendo hincapié de que debemos de respetar las conciencias de los débiles en la fe, Romanos caps. 14-15:13. Las diferencias entre los creyentes en estos casos, no eran pecados o prácticas que eran condenadas en si mismas, sino que eran prácticas que podrían afectar a la conciencia del creyente que aun era inmaduro en la fe.
Pero en algunos casos, estas diferencias no eran tan leves como podríamos pensar. Pablo les llama claramente “otro evangelio”, cf. Gal. 1:6. Las diferencias que Pablo se refiere son las practicas judaizantes que se estaban introduciendo entre la iglesia de Galacia, que estaba constituida primordialmente por gentiles. El tema ahí era por lo visto el guardar las “obras de la Ley:
Gálatas 2:
16 Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado.
“Obras que demanda la Ley”, o como se diría mejor, “obras de la Ley”, incluyen cosas como circuncisión, seguir la dieta Mosaica, y guardar el Sábado. Estas servían para poner aparte al pueblo de Israel del resto de las demás naciones.[1] El día de hoy, existen muchos cristianos que desean volver a lo que le llaman “raíces hebreas”, y desean guardar una o todas las “obras de la Ley” que los diferencia del resto del Cristianismo, o los hace, según ellos, fieles a lo que los primeros creyentes, judíos, creían y practicaban. Podemos ver que Pablo no creía que gentiles debían de guardar esas obras de la Ley, y que tenían que afirmar su identidad en su fe en el mesías, cf. Gal. 2:16. Nuestro marcador que nos diferencia de todos los demás es nuestra fe en Jesús, y no en dietas o prácticas que vienen de la Ley Mosaica. Este mismo tema es tomado por el autor de la carta a los Hebreos, pero su audiencia era Judía, pero con un similar mensaje.
En este estudio, me enfocare en una obra de la Ley en particular, y esta es el guardar el Sábado. Muchos alegan que la iglesia primitiva guardaba el Sábado, y fue hasta el año 321, cuando el Domingo se hizo el día oficial para descansar en el Imperio Romano, que el Domingo fue impuesto como el día de la celebración Cristiana, y esto usurpo el mandamiento de Éxodo 20:8-11. Esto es simplemente pasar por algo la evidencia que tenemos que desde los tiempos de la iglesia naciente, la costumbre de los creyentes era reunirse el primer día de la semana a compartir el pan, y que no fue ninguna imposición pagana sobre la iglesia hacerlo.
La forma que este estudio tomará lugar es la siguiente. Primero, comenzaremos por ver las fuentes primarias, que son las cartas Paulinas, luego pasando por los Evangelios, Hechos, y finalmente Apocalipsis. Será en este orden que veremos la data bíblica, pues veremos como en la cronología histórica, tenemos desde los primeros escritos Cristianos, evidencias que los cristianos que estuvieron con Jesús y sus discípulos, practicaban la observación del día del Señor el primer día de la semana. Segundo, veremos como cristianos del segundo siglo practicaban el día del Señor. Finalmente, veremos las circunstancias que llevaron al Emperador Romano Constantino a finalmente aceptar el Domingo como el día descanso para todo ciudadano del Imperio Romano. Pero será en el primer punto donde nos enfocaremos más en este estudio.
[1] Este es el argumento propuesto por J. D. G. Dunn, en su ensayo y luego parte de su libro, The New Perspective on Paul. Rev. Ed. (Grand Rapids: W. B. Eerdmans Pub. Co. 2005) pg. 113.