A inicios del siglo pasado, un acontecimiento cambió para siempre la vida del cristianismo moderno. Sucedió donde muchos jamás se lo imaginarían: en la ciudad de Los Ángeles, dentro del seno de las familias negras descendientes de esclavos africanos, movimiento al cual se le denominó “el Avivamiento de la Calle Azusa” y que se prolongó desde 1906 hasta 1909.
El reducto donde se dice comenzó todo no fue más que un arruinado edificio de una misión cristiana, conocida como Fe Apostólica. Quienes se reunieron por primera vez en aquel lugar tan siquiera se imaginaban de lo que serían testigos sus ojos; sin embargo, lo que es aún más sorprendente es que William Seymour, quien fue el líder de esta manifestación, llegó a ese lugar después de haber sido expulsado por lo miembros de otra congregación de la misma ciudad de Los Ángeles, a causa de la doctrina que predicaba.
Seymour era discípulo de Charles Fox Parham, antiguo pastor metodista que se había unido al Movimiento de Santidad, quien enseñaba que el don de lenguas era la evidencia de la bendición pentecostal.
El pastor William fue un afroamericano nacido en Louisiana, criado en un entorno cristiano por sus padres, quienes, siendo él a penas un adolescente, se mudaron a Indianápolis, donde se unió a una iglesia metodista integrada mayormente por blancos.
A diferencia de lo que suelen señalar los estereotipos, Seymour era un pastor de habla calmada, conocido en la iglesia más como maestro, que como dinámico predicador. Era un hombre profundamente espiritual que impresionaba a todos los que lo conocían.
El reconocido líder cristiano John G. Lake decía acerca de Seymour: “No creo que en los tiempos modernos haya habido hombre alguno que haya recibido en su vida un diluvio más maravilloso de parte de Dios, que el derramado por Él sobre este estimado hombre, y así, la gloria y el poder de un verdadero Pentecostés barrió el mundo entero”.
En contraposición, los críticos describen a Seymour como “sucio, sin cuello y sin estudios”; no obstante, es innegable su eficacia como líder y emprendedor del avivamiento. Sus artículos de Apostolic Faith, la publicación periódica de la Calle Azusa, revelan que se enfrentaba a los retos históricos y teológicos del Movimiento que se estaba desatando desde su iglesia. La revista Christian History incluye a Seymour en la lista de “los diez cristianos más influyentes del siglo XX”.
De Calle Azusa al mundo
El movimiento se extendió por el mundo entero bajo los ministerios de los peregrinos de la Calle Azusa, quienes recibieron su experiencia pentecostal allí. Entre ellos estaban: G. B. Cashwell (el sur de los Estados Unidos), C. H. Mason (la Iglesia de Dios en Cristo), William H. Durham (Chicago, el Medio Oeste de los Estados Unidos, y Canadá), Mary Rumsey (Corea), A. H. Argue (Canadá) y John G. Lake (Sudáfrica).
Más tarde, hubo personas que habían recibido de forma indirecta la influencia de la Calle Azusa, que llevaron el mensaje y la experiencia pentecostales al mundo entero. Entre ellos estaban Thomas Ball Barratt (Oeste de Europa y Gran Bretaña), Daniel Berg y Gunnar Vingren (Brasil), Luigi Francescon (Italia, Argentina y Brasil) e Iván Voronaev (Rusia y las naciones eslavas).
Las primeras denominaciones pentecostales estaban localizadas en el sur de los Estados Unidos, donde inicialmente el pentecostalismo tuvo una gran cantidad de seguidores en medio del pueblo. La mayoría de estas denominaciones se habían formado antes de 1900. Estaban integradas por iglesias que añadieron la experiencia pentecostal como una tercera bendición, una adicción a la salvación y a la santificación total. Entre ellas están la Iglesia de Dios en Cristo (Memphis, Tennessee), la Iglesia de Santidad Pentecostal (Carolina del Norte), la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee), la Iglesia Santa Unida (Carolina del Norte) y la Iglesia Bautista Pentecostal Libre (Carolina del Norte).
Legado histórico
Entre la herencia más significativa que dejó el Avivamiento de la Calle Azusa se encontró la restauración de los dones del Espíritu, los cuales habían sido olvidados por la iglesia. Durante siglos, las iglesias occidentales, tanto católicas romanas como protestantes, habían adoptado el punto de vista de que los dones del Espíritu habían cesado al terminar la “Era Apostólica”.
Los pentecostales fueron los primeros cristianos, desde la iglesia antigua, que asociaron las lenguas con el bautismo en el Espíritu Santo. Antes de 1901, miles de personas de los grupos de Santidad y de Keswick habían afirmado tener un bautismo en el Espíritu Santo con diversas evidencias, las cuales daban validez a su experiencia.
Después de 1908, los pentecostales escogieron la expresión evidencia inicial para describir la forma en que entendían la experiencia pentecostal. Esto significaba que los otros dones del Espíritu también eran evidentes, aunque las lenguas eran el primero en manifestarse, como había sucedido en el libro de Hechos. Puesto que el principal texto usado para dar validez a la experiencia era Hechos 2, el movimiento recibió el nombre de pentecostal.
En nuestra siguiente entrega, ahondaremos en otros legados que dejó el Avivamiento de la Calle Azusa para los cristianos de la actualidad y por los cuales fueron criticados y señalados en su momento.
El reducto donde se dice comenzó todo no fue más que un arruinado edificio de una misión cristiana, conocida como Fe Apostólica. Quienes se reunieron por primera vez en aquel lugar tan siquiera se imaginaban de lo que serían testigos sus ojos; sin embargo, lo que es aún más sorprendente es que William Seymour, quien fue el líder de esta manifestación, llegó a ese lugar después de haber sido expulsado por lo miembros de otra congregación de la misma ciudad de Los Ángeles, a causa de la doctrina que predicaba.
Seymour era discípulo de Charles Fox Parham, antiguo pastor metodista que se había unido al Movimiento de Santidad, quien enseñaba que el don de lenguas era la evidencia de la bendición pentecostal.
El pastor William fue un afroamericano nacido en Louisiana, criado en un entorno cristiano por sus padres, quienes, siendo él a penas un adolescente, se mudaron a Indianápolis, donde se unió a una iglesia metodista integrada mayormente por blancos.
A diferencia de lo que suelen señalar los estereotipos, Seymour era un pastor de habla calmada, conocido en la iglesia más como maestro, que como dinámico predicador. Era un hombre profundamente espiritual que impresionaba a todos los que lo conocían.
El reconocido líder cristiano John G. Lake decía acerca de Seymour: “No creo que en los tiempos modernos haya habido hombre alguno que haya recibido en su vida un diluvio más maravilloso de parte de Dios, que el derramado por Él sobre este estimado hombre, y así, la gloria y el poder de un verdadero Pentecostés barrió el mundo entero”.
En contraposición, los críticos describen a Seymour como “sucio, sin cuello y sin estudios”; no obstante, es innegable su eficacia como líder y emprendedor del avivamiento. Sus artículos de Apostolic Faith, la publicación periódica de la Calle Azusa, revelan que se enfrentaba a los retos históricos y teológicos del Movimiento que se estaba desatando desde su iglesia. La revista Christian History incluye a Seymour en la lista de “los diez cristianos más influyentes del siglo XX”.
De Calle Azusa al mundo
El movimiento se extendió por el mundo entero bajo los ministerios de los peregrinos de la Calle Azusa, quienes recibieron su experiencia pentecostal allí. Entre ellos estaban: G. B. Cashwell (el sur de los Estados Unidos), C. H. Mason (la Iglesia de Dios en Cristo), William H. Durham (Chicago, el Medio Oeste de los Estados Unidos, y Canadá), Mary Rumsey (Corea), A. H. Argue (Canadá) y John G. Lake (Sudáfrica).
Más tarde, hubo personas que habían recibido de forma indirecta la influencia de la Calle Azusa, que llevaron el mensaje y la experiencia pentecostales al mundo entero. Entre ellos estaban Thomas Ball Barratt (Oeste de Europa y Gran Bretaña), Daniel Berg y Gunnar Vingren (Brasil), Luigi Francescon (Italia, Argentina y Brasil) e Iván Voronaev (Rusia y las naciones eslavas).
Las primeras denominaciones pentecostales estaban localizadas en el sur de los Estados Unidos, donde inicialmente el pentecostalismo tuvo una gran cantidad de seguidores en medio del pueblo. La mayoría de estas denominaciones se habían formado antes de 1900. Estaban integradas por iglesias que añadieron la experiencia pentecostal como una tercera bendición, una adicción a la salvación y a la santificación total. Entre ellas están la Iglesia de Dios en Cristo (Memphis, Tennessee), la Iglesia de Santidad Pentecostal (Carolina del Norte), la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee), la Iglesia Santa Unida (Carolina del Norte) y la Iglesia Bautista Pentecostal Libre (Carolina del Norte).
Legado histórico
Entre la herencia más significativa que dejó el Avivamiento de la Calle Azusa se encontró la restauración de los dones del Espíritu, los cuales habían sido olvidados por la iglesia. Durante siglos, las iglesias occidentales, tanto católicas romanas como protestantes, habían adoptado el punto de vista de que los dones del Espíritu habían cesado al terminar la “Era Apostólica”.
Los pentecostales fueron los primeros cristianos, desde la iglesia antigua, que asociaron las lenguas con el bautismo en el Espíritu Santo. Antes de 1901, miles de personas de los grupos de Santidad y de Keswick habían afirmado tener un bautismo en el Espíritu Santo con diversas evidencias, las cuales daban validez a su experiencia.
Después de 1908, los pentecostales escogieron la expresión evidencia inicial para describir la forma en que entendían la experiencia pentecostal. Esto significaba que los otros dones del Espíritu también eran evidentes, aunque las lenguas eran el primero en manifestarse, como había sucedido en el libro de Hechos. Puesto que el principal texto usado para dar validez a la experiencia era Hechos 2, el movimiento recibió el nombre de pentecostal.
En nuestra siguiente entrega, ahondaremos en otros legados que dejó el Avivamiento de la Calle Azusa para los cristianos de la actualidad y por los cuales fueron criticados y señalados en su momento.