El reconocido predicador por la Santidad de Dios del siglo XVIII, Juan Wesley, de quién se habla como un instrumento para el tiempo de avivamiento que vivió Gales, donde más de 100.ooo personas recibieron a Jesucristo en su corazón, fue sensible a la voz del Espíritu Santo, y reconoció en su contexto que lo que detenía el mover de Él en otras naciones y congregaciones era precisamente el mal de la murmuración. Juan enseñó a la iglesia metodista inglesa el valor de integridad moral, cívica y espiritual, y por ello se les reconoció dicha integridad por los inconversos y hermanos de otras denominaciones. Decirle No a la Murmuración no es un tema de un par años, el dominio propio sobre la lengua es una cuestión que desde tiempo del apóstol Santiago se venía tratando, y hasta que el creyente poco juicioso e imprudente no entienda esto, siempre la voz del Espíritu Santo hablará con disciplina.
“Muy provechoso será al lector de este sermón meditar sobre aquellas notables palabras de Santiago 1:26: “Si alguno piensa ser religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino engañando su corazón, la religión del tal es vana.” En otras palabras, esto es lo mismo que dijo el Salvador: “Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12: 37). Con frecuencia nos olvidamos del principio que contienen estos textos, tanto en el púlpito como fuera de él…”
“No murmuréis los unos de los otros,” dijo el apóstol. Este es un mandamiento tan claro como el que dice: “No matarás.” Empero, ¿quién es aquel, aun entre los cristianos, que respeta ese mandato? ¡Cuán pocos son los que lo entienden! ¿Qué es murmurar? No es lo mismo, como suponen algunos, que mentir o calumniar. Lo que dice el murmurador puede ser tan cierto como la Escritura, y sin embargo, ser murmuración. Porque murmurar no es otra cosa sino hablar mal de una persona ausente; contar algo malo, que dijo o hizo alguno que no está presente. Por ejemplo: Habiendo visto a cierto individuo en estado de embriaguez, o habiéndole oído jurar y blasfemar, voy y lo cuento en su ausencia. Esto es murmurar. Hablando más claramente se llama denigrar. No es muy diferente de lo que por lo general se llama chismear. Si se cuenta el chisme en voz baja y de una manera reposada, tal vez entretejiendo palabras que expresen nuestros buenos deseos respecto de la persona aludida, y las esperanzas que abrigamos de que las cosas no sean tan graves como parecen, entonces se llama cuchicheo. Pero de cualquier modo que se haga, siempre es lo mismo, es la misma cosa, la misma en sustancia aunque sean diferentes las circunstancias-es murmurar. Si mencionamos las faltas de alguna persona que esté ausente y que por lo tanto no pueda defenderse, hollamos bajo nuestras plantas el mandamiento: `No murmuréis los unos de los otros.´”
“La generalidad con que se comete este pecado hace que sea difícil evitarlo. Como quiera que por todas partes nos rodea, si no nos apercibimos del peligro y velamos constantemente en contra de él, corremos el riesgo de ser arrastrados por la corriente. En este respecto, casi todo el mundo, como quien dice, conspira en contra nuestra. Su ejemplo leuda nuestra vida, no sabemos ni cómo, pero en forma que sin sentir imitamos a los demás… El relatar las faltas de otros, de las cuales creemos estar libres, halaga siempre nuestra soberbia. La cólera, el resentimiento y toda clase de mal genio encuentran alivio al hablar mal de aquellos en quienes se ensañan, y con frecuencia los hombres satisfacen sus deseos torpes y malignos, contando los pecados de Sus prójimos.”
“Es bien difícil evitar la murmuración porque con frecuencia nos ataca bajo disfraz. ¡Hablamos movidos de una indignación noble, generosa, pura, en contra de estas criaturas viles!¡Sólo con el fin de castigar al trasgresor, caemos en este pecado! “Así se justifican las pasiones,” como dice alguien, y nos hacen cometer el pecado bajo el velo de la santidad”
“Si no hubiera quien prestase oído a la difamación, no habría difamadores. Por consiguiente, si alguien empieza a hablar mal de otra persona, márcale el alto inmediatamente. Rehúsate a escuchar la voz del encantador sin hacer el menor caso de la dulzura de su encanto, de la amabilidad de sus modales, de lo agradable de su voz, ni de las muchas protestas de amistad para la persona a quien está hiriendo en la oscuridad, encajándole el puñal arriba de la quinta costilla. Niégate rotundamente a escucharle, aunque te diga que se siente agobiado por este secreto. ¡Agobiado! ¡Miserable! ¿Te sientes agobiado por este secreto? Ve, pues, quítate la carga de encima como Dios manda. Primeramente, “ve, y redarguye a tu hermano entre ti y él solo;” después “toma contigo dos o tres” amigos mutuos, y en presencia de ellos vuelve a redargüirle. Si ninguno de estos pasos surten efecto, entonces “dilo a la iglesia.” Por vida de tu alma, no se lo digas a ninguna otra persona, ni antes ni después, a no ser en el caso especial en que precise absolutamente proteger al inocente. ¿Con qué derecho quieres agobiar a otro, haciéndole que lleve tu carga, que participe en tu pecado?
“…¡Desechad, pues, la murmuración, los chismes, la difamación! ¡Que vuestros labios no se manchen con este pecado! Mirad que no difaméis a ninguno. De los ausentes no habléis nada, sino lo que sea bueno. Si habéis de distinguiros de los demás hombres, sea esta la característica del metodista(agregado por mí: ” sea ésta la característica del verdadero cristiano”): “No habla mal de su prójimo en su ausencia; por esta señal le conoceréis.”
¡Qué efecto tan bendito traerían a nuestros corazones estos sacrificios de nosotros mismos! Nuestra paz correrá como un río si tenemos “paz con todos los hombres.” ¡Cómo abundaría en nuestras almas el amor de Dios, al confirmar de este modo nuestro amor a los hermanos! ¡Qué efecto tendría esto en todos los que llevan el nombre del Señor Jesús! ¡Cómo aumentaría el amor fraternal, si se quitase este gran estorbo! Naturalmente se amarían todos los miembros del cuerpo místico de Cristo, “por manera que si un miembro padece, todos los miembros a una” se dolerían; y “si un miembro es honrado, todos los miembros a una se gozarían, y todos amarían a sus hermanos con un corazón puro y ferviente.”