Por Chuck Pierce
Permítale al Espíritu Santo que ingrese en su entorno durante estos 10 días. Permítale restaurar todo lo que necesita ser restaurado.
Estuvimos hablando del “qué” y el“cómo” de la restauración. Ahora hablaremos de “Quién”. El Espíritu Santo es la Persona de Dios que opera como el agente de restauración sobre la tierra. Dios el Padre, es el Autor de nuestro plan de restauración. Él se manifestó a sí mismo en la tierra a través de su Hijo Jesucristo. Jesús llevó dentro de sí mismo el plan y en consecuencia, nuestro futuro. Tomó el pecado que detenía nuestro futuro personal y lo crucificó en la cruz junto con Él. Este acto aseguró nuestra restauración y éxito futuro. Jesús luego les dijo a sus discípulos: “Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes… Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes” (Juan 16:7, 15).
El Espíritu Santo juega el rol esencial en la vida de cada creyente, con un trabajo ampliamente descrito. Algunos cristianos sólo asocian la llenura del Espíritu Santo con aquellas señales que se consideran “carismáticas”, como las lenguas y luego prefieren ignorar la función del Espíritu Santo. Se limitan a sí mismos a una visión muy estrecha de Aquel a quien Jesús llamó Ayudador. La palabra “ayudador” en griego es parakletos y significa intercesor, consejero, abogado y consolador. Qué promesa hermosa de una ayuda constante. Pero esto no es todo. En su libro
“Los Nombres del Espíritu Santo”, Elmer Towns expone una lista de 126 nombres, títulos y emblemas descriptivos del Espíritu Santo hallados en las Escrituras.
Estas referencias al Espíritu Santo incluyen: Aliento de Vida (Ap.11:11); una Paloma (Marcos 1:10); el Dedo de Dios (Lucas 11:20); la Garantía de nuestra herencia (Ef.1:14; 2 Cor.5:5); el Óleo de gozo (Salmo 45:7; Heb.1:9); Ríos de agua viva (Juan 7:38); el Espíritu de la Promesa (Ef. 1:13); Adopción (Rom.8:15); Consejo (Isaías 11:2); Temor del Señor (Isaías 11:2); Gloria (1 Pedro 4:14); Gracia (Zacarías 12:10; Heb.10:29); Santidad (Rom.1:4); Juicio (Isaías 4:4); Conocimiento (Isaías 11:2); Vida (Rom.8:2); Amor (2 Tim.1:7); Poder (Isaías 11:2); Poder (2 Tim.1:7); Profecía (Ap.19:10); Revelación (Ef.1:17); Mente enfocada (2 Tim.1:7); Súplica (Zac.12:10); Verdad (Juan 14:17); Entendimiento (Isaías 11:2); y Sabiduría (Éxodo 28:3; Deut.34:9). Sólo cuando permitimos que el Espíritu Santo trabaje dentro de nosotros tenemos el poder para vivir una vida cristiana victoriosa. Y es Él, el Espíritu Santo, quien hace la obra de restauración de las piezas fragmentadas y esparcidas de nuestras vidas hacia un estado que no se puede comparar con el anterior. Cuando recibimos la obra del Espíritu Santo en nuestra vida, tenemos acceso a todo lo que el Padre desea para nosotros. El proceso de restauración puede comenzar.
Cuando el Espíritu Santo comienza un proceso de restauración, nos establece en un nuevo tiempo con una nueva revelación y una nueva vida: Un vino nuevo. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con el pasaje de Mateo 9:17 que dice: “Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan”.
Para poder contener el vino nuevo de la restauración, necesitamos odres nuevos. La palabra griega para nuevo es “neos” y significa algo totalmente nuevo que nunca se vio antes. Pero esa no es la palabra que se usa en este pasaje. El término es “kainos” y significa algo que se renovó o se volvió a hacer, algo restaurado. En un proceso de restauración, Dios toma algo y lo lleva hacia un lugar nuevo para poder derramar en ello lo que anhela soltar sobre nuestra vida: nuestro vino nuevo. Para hacer un odre nuevo, Él empapa un odre viejo en agua y lo frota con aceite. Frotarlo con aceite es la parte del proceso que nos hace flexibles. Las cosas difíciles por las que atravesamos son el aceite con el cual nos frota. Este aceite contiene una nueva unción. Mientras le permitimos al Espíritu Santo llevarnos a través del proceso de frotado, no sólo nos volvemos más flexibles para concretar los deseos que Dios pone en nuestro corazón, también somos capaces de derramarlo en una mayor medida.
Bendiciones,
Chuck D. Pierce