“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes
que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de
ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando
sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron
aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.
Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo;
salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron,
y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las
prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas
se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo:
Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que
venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban
a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con
él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras
vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo:
De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el
día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.”
Mateo 25:1-13
Negociaciones para obtener esposa
En la antigüedad, los pueblos del Oriente tenían prácticas matrimoniales muy interesantes. Si un joven tenía medios suficientes para ofrecer la “dote matrimonial”, entonces sus padres podían escoger a la joven que sería su esposa y se iniciaban las negociaciones. El padre llamaba a un hombre de su confianza para que actuara como agente para él y su hijo. Este agente es llamado “el amigo del esposo” por Juan el Bautista.
“El que tiene la esposa, es el esposo;
mas el amigo del esposo, que está a
su lado y le oye, se goza grandemente
de la voz del esposo; así pues, este
mi gozo está cumplido.”
Juan 3:29
El “amigo” estaba bien informado de la dote a pagar por la novia. Entonces junto con el padre del joven o algún otro pariente varón iban al hogar de la novia. El padre anunciaba que el amigo hablaría de parte de ellos y también el padre de la novia designaría a otro agente que la represente. Al inicio de las negociaciones se ofrecía una taza de café, la cuál ellos rehusaban tomar hasta que la misión estuviera terminada.
En la elección de esposa para Isaac, Abraham como padre de familia escogió a su criado como el “amigo”, lo envió con la dote de su hijo por la novia y rehusó el alimento que se le ofreció para comer hasta que hizo la negación.
“Y le pusieron delante qué comer;
mas él dijo: No comeré hasta que haya
dicho mi mensaje. Y él le dijo: Habla.”
Génesis 24:33
Cuando los dos agentes se encontraban, iniciaban la negociación seriamente para consentir en la mano de la joven y la dote que debería pagar el joven por la novia.
Cuando se ponían de acuerdo los “amigos” se levantaban, se congratulaban y entonces se traía el café y comían y bebían. Este es el sello del convenio. Las bodas se realizarían pronto.
La dote matrimonial
Las mujeres en Oriente alimentan la eficiencia en el trabajo y economía familiar, al dar a una hija en matrimonio la familia sufre una pérdida. Al casarse, la mujer aumentará la eficiencia de la familia de su esposo pero afectará la de sus padres. La dote era el precio a pagar por la compensación de la salida de una hija del hogar paternal.
¡El novio debía de estar dispuesto a pagar el precio por la novia!
Algunas veces el novio pagaba la dote de contado, en otras ocasiones lo hacía prestando servicios a su suegro como lo hizo Jacob sirviendo siete años por Raquel a su suegro Labán (Gn. 29:18).
Parte de la dote por la novia era entregado a la doncella así como regalos por parte de su familia. En Génesis 31:15 Lea y Raquel se quejan de la forma mezquina en que su padre Labán manejó sus dotes matrimoniales, quedándose prácticamente con todo.
El padre de la novia que tenía posibilidades daba a sus hijas una dote especial en su matrimonio. El padre de Rebeca le entregó como dote damas de compañía para que la atendieran una vez que ella salió de la casa para ser la esposa de Isaac (Génesis 24:59-61).
En el caso de la Iglesia, el Novio Jesús pagó el precio por ella, el precio altísimo de su propia sangre, Aleluya. El la compró para Sí amándola y muriendo en la cruz por ella para un día hacerla Su Esposa.
"Maridos, amad a vuestras mujeres,
así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por
la palabra, a fin de presentársela a sí mismo,
una iglesia gloriosa, que no tuviese
mancha ni arruga ni cosa semejante,
sino que fuese santa y sin mancha."
Efesios 5:25-27
Los desposorios
Una promesa de matrimonio entre los judíos de los tiempos bíblicos podía ser un acuerdo sin compromiso formal, algunos de éstos se quebrantaban. Pero los “desposorios” eran los que realmente unían a la pareja. La promesa podía hacerse a un lado, pero el contrato de esponsales era considerado como algo final y consumado. Los desposorios eran en verdad un pacto, un pacto hablado. Dios nos ilustra el pacto de los desposorios en Su amor por Israel.
“Y pasé yo otra vez junto a ti, y te
miré, y he aquí que tu tiempo era
tiempo de amores; y extendí mi manto
sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di
juramento y entré en pacto contigo,
dice Jehová el Señor, y fuiste mía.”
Ezequiel 16:8
Después del exilio de Israel los desposorios incluían un documento escrito y firmado de matrimonio.
La ceremonia de desposorios
Para esta ceremonia las familias del novio y de la novia se reunían junto a otras como testigos. El joven daba a la doncella un anillo de oro u otra joya o simplemente un documento en el que prometía casarse con ella. Los desposorios no eran el matrimonio en sí. Pasaba entre uno y otro por lo menos un año. En el primer evento, el desposorio, el novio desposaba a la novia, pero en el matrimonio, él la tomaba y la dejaba en su casa. Fue en este período, entre el desposorio y la boda que María concibió del Espíritu Santo a Jesús. (Mateo 1:18).
En el caso de la Iglesia como Novia y Cristo como el Amado Novio, El ya ha desposado a la Novia. Ya ha dado las joyas como señal de su compromiso y pacto y solamente está esperando el tiempo para el matrimonio, gloria al Señor. El Novio viene para consumar Su pacto y realizar junto a su Amada Novia las Bodas del Cordero. ¡Amén!
“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria;
porque han llegado las bodas del Cordero,
y su esposa se ha preparado.”
Apocalipsis 19:7
Vestidos para las bodas…
El Novio
La noche esperada para el inicio de las festividades del matrimonio traía grandes acontecimientos. Era tiempo de que “el novio fuera por la novia”, el novio para cumplir con esta ceremonia simbólica se vestía de rey tanto como le era posible. Si era rico, llevaría una corona de oro en su cabeza, si esto no fuera posible llevaría entonces una guirnalda de flores recién cortadas. Sus vestidos serían perfumados con incienso y mirra, su cinto sería de seda de brillantes colores, sus sandalias muy adornadas con listones dando una impresión de “paños volantes”. El campesino novio, por ese maravilloso momento de las bodas parecía un príncipe entre sus compañeros quienes le hacían reverencias como si fuese un rey. Isaías dice así del Novio:
“En gran manera me gozaré en
Jehová, mi alma se alegrará en mi
Dios; porque me vistió con vestiduras
de salvación, me rodeó de manto de
justicia, como a novio me atavió,
y como a novia adornada con sus
joyas.”
Isaías 61:10
La Novia
El adorno de la novia era de gran precio, muy costoso y primoroso. Debía de tomarse mucho tiempo para la preparación de su persona. Se ponía todo el esfuerzo para poner su rostro brillante y muy lustroso con un lustre parecido al mármol. Las guedejas oscuras de su cabello estaban siempre adornadas de oro y perlas. La novia era ataviada con todas las piedras preciosas y las joyas que la familia había heredado de sus generaciones pasadas. Si la familia era pobre, debía pedir prestado de las amigas de la novia las joyas a usar.
Las festividades matrimoniales y especialmente el vestido nupcial, serían por siempre recordados por la novia. Jeremías el profeta alude a esta verdad así:
"¿Se olvida la virgen de su atavío,
o la desposada de sus galas? Pero
mi pueblo se ha olvidado de mí por
innumerables días."
Jeremías 2:32
Obviamente las Escrituras nos señalan las bodas más gloriosas, estas serán entre Cristo y la Iglesia.
Cada matrimonio de la antigüedad era una alusión maravillosa a la boda entre Dios e Israel y entre Jesús y la Iglesia. Jesús como el Novio Bendito ha desposado a Su Novia, le ha dejado las “arras del Espíritu” como señal del pacto. El ha pagado el precio ante el Padre por Su Esposa, precio carísimo, Su propia sangre. El ahora se está preparando para volver por ella para efectuar las Bodas, está preparando Su morada eterna para ella. El se está ataviando para venir por la Novia, Aleluya, mientras tanto la Novia se prepara personalmente para El. Ella está en el tratamiento de belleza del Espíritu Santo, Quién la está ataviando para el encuentro con su Marido.
“Y yo Juan vi la santa ciudad, la
nueva Jerusalén, descender del cielo,
de Dios, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido.”
Apocalipsis 21:2
El Novio va a traer a la novia
Lo usual es que el novio vaya por su novia a la casa de sus padres y no que éstos se la lleven a su nuevo hogar. La parábola de las diez vírgenes ilustra este momento, el novio mismo va a traer a la novia a su hogar, allí ella recibe bendiciones de sus padres y familiares (Génesis 24:60).
La novia deja la casa de sus padres bien ataviada, perfumada y con una corona en su cabeza. Así lo dice Ezequiel:
"Te atavié con adornos, y puse
brazaletes en tus brazos y collar a tu
cuello. Puse joyas en tu nariz, y zarcillos
en tus orejas, y una hermosa diadema
en tu cabeza."
Ezequiel 16:11,12
Este es el momento más bello de las ceremonias nupciales, el encuentro del novio y la novia, así también este encuentro simboliza el glorioso momento del regreso de Jesús por Su Amada Novia, la Iglesia. ¡Aleluya!
La procesión matrimonial
El novio sale rumbo a su casa con la novia desde la casa de sus padres y le sigue una gran procesión. Por cuanto las calles eran oscuras era necesario llevar lámparas o antorchas para el camino (Salmo 119:105). Sin estas lámparas nadie puede unirse a la procesión o entrar a la casa del novio.
En la parábola de las diez vírgenes las sensatas tenían aceite para sus lámparas pero las insensatas no, unas estarían en las bodas, las otras no.
Al ir de su casa a casa del novio, la doncella dejaba su cabello flotando y su rostro cubierto por un velo. Durante todo el trayecto habían manifestaciones de alegría y regaban mazorcas de maíz para los niños, En la procesión los hombres tocaban tambores y otros instrumentos musicales, ellos danzaban en todo el recorrido.
En casa del novio
El momento culminante era la llegada de la novia a su nuevo hogar. David recogió el momento especial así:
“Con vestidos bordados será llevada al rey;
Vírgenes irán en pos de ella,
Compañeras suyas serán traídas a ti
Serán traídas con alegría y gozo;
Entrarán en el palacio del rey.”
Salmo 45:14,15
En la casa, las ancianas arreglan su cabello y después de esto ya su rostro no será más visto en público. Ella es llevada a su lugar bajo el dosel en el interior o en el patio de la casa y quedará al lado de su esposo. Allí escuchan las bendiciones de sus padres (o de alguien importante como Jesús en las Bodas de Caná según Juan 2).
La Fiesta Matrimonial
Cada invitado a las bodas debe ir vestido de bodas. El banquete debe ser presidido por un maestresala. (Juan 2:8,9). Su labor consiste en tener cuidado de los preparativos y en la fiesta, él anda entre los invitados para servirles.
El maestresala:
1. Daba orden a los sirvientes de hacer los preparativos.
2. Bendecía los alimentos.
3. Bendecía el vino.
4. Mantenía la jovialidad y la alegría en la fiesta.
Los agentes o amigos del novio y de la novia declaraban sus bendiciones (Ruth 4:11).
Después de la fiesta, el novio era llevado a sus cámaras nupciales donde su novia había sido llevada previamente para esperarlo allí.
Las festividades con los parientes y amigos duraban toda una semana, aunque los días denominados “los días del matrimonio” eran exactamente treinta. Las fiestas de las bodas eran en realidad un acontecimiento especialísimo no solo para las familias de los contrayentes sino para toda su parentela y amigos. Las bodas en Israel tenían una gran relevancia pues simbolizaban también el amor romántico de Jehová con la nación y desde luego, todo matrimonio judío aunque sin saberlo ellos anunciaba la unión gloriosa de Cristo Jesús con Su Amada Iglesia.
Las “verdaderas bodas”
Cuando Dios el Padre señala a Jesús como su Hijo Amado, es decir su “huyos”, Su hijo maduro, Su heredero, al salir de las aguas del bautismo en el Jordán (Mateo 3), estaba declarando a la vez que El estaba listo y maduro para el matrimonio. Desde su cumpleaños treinta, que fue ese día en el Jordán, Jesús era el heredero de toda la riqueza de Su Padre. El era entonces el poseedor de todo, tenía ya lo necesario para pagar la dote por Su Novia, la Iglesia (Romanos 8:17). Jesús pagó el precio que era demandado para tener Su Novia. El precio fue carísimo, Su propia sangre, Aleluya. Y una vez pagada la dote o precio fijado por el Padre de la Novia, El dio no solo la promesa y juramento de matrimonio sino que hizo un pacto con “ella” y le dio la señal del convenio matrimonial con Sus palabras y con las joyas de valor que sellaron Su pacto. Las arras del Espíritu son Su señal de trato y el Espíritu Santo es el Amigo del Novio y de Su Padre, Quién viene para hacer la “negociación” para tener la mano de la “Doncella Amada”. Gloria a Dios.
Jesús prometió volver, El es el Novio que volverá por Su Desposada para llevarla a Sus moradas eternas; Amén.
“En la casa de mi Padre muchas
moradas hay; si así no fuera, yo os lo
hubiera dicho; voy, pues, a preparar
lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí
mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis.”
Juan 14:2,3
La verdad de las Bodas de Cristo y la Iglesia han estado presentes en toda la simbología profética del Antiguo Testamento en la cultura judía. Aun en los días de Jesús esto era entendido por el profeta Juan:
“Y vinieron a Juan y le dijeron:
Rabí, mira que el que estaba contigo
al otro lado del Jordán, de quien tú
diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.
Respondió Juan y dijo: No puede
el hombre recibir nada, si no le fuere
dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos
de que dije: Yo no soy el Cristo, sino
que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo;
mas el amigo del esposo, que está a
su lado y le oye, se goza grandemente
de la voz del esposo; así pues, este
mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero
que yo mengüe.”
Juan 3:26-30
Juan entendió su papel profético, él se autodenominó el “amigo enviado” a preparar el camino del Esposo Jesús. Obviamente Juan profetizó de Jesús que El era el Esposo que había ya seleccionado a Su Novia.
Recordemos que la Novia al desposarse ya era considerada la Esposa aunque aun no la podía tomar o poseer el Novio sino hasta que se realizan las Bodas. La Esposa escogida por el Novio Celestial sería entonces la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, todos los redimidos de Jehová.
“Vino entonces a mí uno de los
siete ángeles que tenían las siete copas
llenas de las siete plagas postreras, y
habló conmigo, diciendo: Ven acá,
yo te mostraré la desposada, la esposa
del Cordero.”
Apocalipsis 21:9
Es la hora de profetizar a viva voz: “El Novio ya viene, La Iglesia le espera”.
Es el tiempo de anunciar: “Gocémonos y alegrémonos las Bodas del Cordero han llegado”.
¡Bienaventurados los invitados a la Fiesta. Amén!
Por: Apóstol Rony Chaves (Arpas y Copas - Suplemento Agosto 2013)