A veces necesitamos la ofensa
La ofensa tiene un valor extraño en la Biblia; aunque no es nada agradable que nos ofendan o nos maldigan, la OFENSA puede ser usada por Dios para probarnos el corazón.
Nuestras reacciones como cristianos deben siempre agradar a Dios y estar alineadas con lo que la Palabra y sus principios exigen de un hijo de Dios.
Las provocaciones, las calumnias y las difamaciones en nuestra contra pueden causar en nosotros respuestas diversas, desde las pacíficas, hasta las violentas. Más no se valen las reacciones malas con Dios; Él nos exige amar a nuestros enemigos y bendecir a los que nos maldicen y nos ultrajan.
En todo tiempo y circunstancia debemos dar la talla; debemos amar al prójimo por sobre todas las cosas. Si lo hacemos como el Altísimo nos manda, tendremos nuestra propia evidencia de que estamos caminando bien en el sendero de la FE.
Juan Wesley, fundador en Inglaterra del Movimiento Metodista, se preocupó un día porque sus opositores habían dejado de ofenderle y de maltratarle; él pensaba que el ataque o el antagonismo expreso, era señal de que él andaba bien con Dios. Así que se fue a un lugar apartado a orar por esto. Sorprendido por la oración de Wesley un borrachito que estaba detrás de un árbol durmiendo, se molestó con el predicador al reconocerlo y le lanzó una piedra en su espalda. Al sentir el impacto en su cuerpo y ver al hombre enojado con él, el Reformador levantó sus brazos y su mirada al Cielo y gritó: “Gracias Dios, ahora sé que estoy caminando bien contigo”.
La lección de todo esto es: Cada vez que venga la ofensa contra ti, levanta tus manos y tu mirada al Señor; cada vez que te venga el ataque, grita con fuerza: “gracias Dios por hacerme saber que camino en tu perfecta voluntad“.
A veces nos hace falta la ofensa para probar nuestro corazón.
¡AMÉN!