jueves, 12 de diciembre de 2013

Biografias hombres y mujeres de Dios: John G. Lake




John G. Lake nació el 18 de marzo de 1870, en Ontario – Canadá, en un hogar de 16 hijos. Posteriormente, la familia se trasladó a los Estados Unidos, en donde él creció. Padeció muchas enfermedades desde niño al igual que todos sus hermanos, y cuando llegó a la adolescencia ya habían muerto cuatro de sus hermanos y cuatro de sus hermanas.
Lake escuchó el evangelio a la edad de dieciséis años en una reunión del Ejército de Salvación, entregó su vida a Cristo y poco después empezó a congregarse en la Iglesia Metodista. Desde ese momento le entregó a Dios toda su carga, y creyó que solo Él podría sanarlo; sin embargo, continuó sufriendo una enfermedad tras otra.
Una de las enfermedades que más lo afectó en su temprana juventud fue el reumatismo, pues sus piernas crecieron torcidas y su cuerpo se veía contrahecho. En esa condición, escuchó acerca del ministerio de sanidad de John Alexander Dowie, y decidió viajar a Chicago para que oraran por él. En ese servicio de oración un anciano le impuso las manos, e instantáneamente Lake fue sanado y sus piernas se enderezaron.
Desde ese día John G. Lake entendió que Dios no quiere que sus hijos estén enfermos y propuso en su corazón que no se volvería a resignar ante el espíritu de enfermedad y muerte que afligía a su familia (su hermano era inválido; su hermana estaba muriendo de cáncer de seno y otra hermana sufría de hemorragia severa).
Al primero que llevó a los servicios de John Alexander Dowie fue a su hermano, quien había sido inválido por 22 años. Él fue sanado tan pronto le impusieron las manos. Luego fue sanada su hermana del cáncer que padecía, desapareció la masa que tenía en el seno y también desapareció el dolor que la atormentaba.
A su otra hermana no la alcanzó a llevar al servicio de sanidad porque la encontró en su casa, sin pulso y sin rastro de vida en su cuerpo.
Inmediatamente le escribió un telegrama al Pastor Dowie diciendo: “Parece que mi hermana está muerta, pero en mi espíritu no la dejaré ir. Creo que si usted ora, Dios la sanará”, y el Pastor Dowie le respondió a través de otro telegrama: “Aférrese a Dios. Estoy orando. Ella vivirá”. Cuando llegó esta respuesta, Lake empezó a orar con fuerza por la vida de su hermana, Dios respondió, y ella fue sanada totalmente en el transcurso de la siguiente hora.

UN VUELCO TOTAL
En 1893 se casó con Jennie Stevens de Newberry – Michigan, a quien amaba profundamente y con quien tuvo siete hijos. El matrimonio fue muy feliz, porque se complementaban en todas las cosas. En especial, su esposa era una maravillosa intercesora y una sabia consejera. Sin embargo, la felicidad familiar se vio ensombrecida desde el segundo año de matrimonio porque Jennie empezó a sentirse enferma, y antes de cumplir los cinco años de casada ya le habían diagnosticado tuberculosis y una enfermedad mortal del corazón. Su condición llegó a ser muy grave, y ocasionalmente perdía el conocimiento y la encontraban tendida en el piso.
En abril de 1898 la situación era angustiosa para John G. Lake, porque su esposa estaba deshauciada y prácticamente inválida. Este fue el momento crucial de su vida la vida. Sus amigos lo consolaban para que aceptara con resignación que ella muriera; sin embargo, él encontró en la Biblia: "Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazareth, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él." (Hechos 10: 38). En ese momento entendió que la enfermedad proviene del diablo y no de Dios. Con una fe renovada llamó y telegrafió a todos sus amigos (incluyendo a John Alexander Dowie), para que oraran de común acuerdo pidiéndole a Dios que Jennie se sanara al día siguiente a las 9:30 a.m. ¡Y al día siguiente, a las 9:30 a.m., él oró a Dios y abrazó a su esposa, y ella fue sanada instantáneamente!
A partir de ese suceso, los Lake se hicieron famosos, muchas personas los visitaban para ver con sus propios ojos la sanidad de Jennie. Aunque John G. Lake no se dedicó inmediatamente a la obra de Dios, si guardaba en su corazón un genuino llamado al ministerio. Continuó trabajando en los negocios bursátiles y de seguros, en los que tenía mucho éxito, pero mantuvo una vida de comunión con Dios y de servicio en la obra de Dios, principalmente orando por los enfermos.
En 1906 recibió el Bautismo del Espíritu Santo, mientras oraba por una persona enferma, y desde ese momento el llamado de Dios se hizo tan fuerte en su vida que en 1907 vendió todo lo que tenía e hizo un voto de consagración junto con su esposa, para dedicarse únicamente a predicar el Evangelio. Dios les dijo a John y a Jennie que debían ir al Africa y ellos empezaron a prepararse. Se unieron al Predicador Tom Hezmalhalch, en un ministerio en el que oraban por el bautismo del Espíritu Santo, ministraban sanidad, y echaban fuera demonios. En enero de 1908 empezaron a reunir dinero para el viaje y, en abril del mismo año, toda la familia Lake, Tom Hezmalhalch y tres acompañantes, partieron hacia Suráfrica.
Este viaje fue un poderoso testimonio de la provisión sobrenatural de Dios a través del cual John G. Lake, quien alguna vez fue llamado “el millonario de Dios”, aprendió a depender exclusivamente de Dios en el aspecto económico. Recibieron ofrendas para los gastos de viaje; y una señora que no los conocía estaba en el muelle esperando “una familia misionera numerosa”, porque Dios le dijo que los alojara en Johanesburgo.
¡Allí empezó un ministerio que sacudió Africa!

EL AVIVAMIENTO EN AFRICA
Al primer servicio que realizó John G. Lake en Africa, como sustituto de un pastor sudafricano, asistieron más de 500 nativos zulúes que fueron impactos por el poder de Dios. A partir de ese momento se inició un gran avivamiento espiritual en Johanesburgo, en el que miles de personas fueron salvas, recibieron el bautismo del Espíritu Santo, y fueron sanadas.
En sus servicios John Lake y Tom Hezmalhalch se turnaban para predicar y oraban no solo por los que estaban presentes en la reunión, sino por personas de toda Africa que enviaban peticiones de oración, y Dios respondía de forma sobrenatural e inmediata. Muchos salían gritando ¡Soy sano! ¡Soy sano!; los servicios duraban hasta las 4:00 a.m. o 5:00 a.m.; las personas caían bajo el poder de Dios cuando John los tocaba y algunas veces a metros de distancia; y la ciudad estaba trastornada porque muchas personas amanecían llorando y deambulando por las calles, llenos de gozo porque se habían encontrado con Cristo.
Fue tal el alboroto que se formó alrededor de este ministerio, que las personas acudían en masa a la casa de los Lake para que John y Jennie oraran por ellos. Jennie daba palabras de conocimiento con un discernimiento espiritual que dejaba asombradas a las personas y llevaba al arrepentimiento a muchas de ellas.
Antes de completar un año en Africa, ya habían fundado cien Iglesias, y John G. Lake se ausentaba de su casa en extensos viajes misioneros. Su esposa atendía el ministerio y la casa, esforzándose de tal manera que su cuerpo no resistió más, y el 22 de diciembre de 2008 falleció, mientras su esposo estaba viajando por el desierto de Kalahari. Lake quedó desolado por la muerte de su esposa y durante muchos años lo acompañó el dolor de su pérdida.
En 1909 volvió a los Estados Unidos para buscar ayuda económica para el ministerio en Africa, y regresó en enero de 1910. Encontró que una tremenda plaga asolaba el país, y él mismo empezó a atender a los enfermos y moribundos sin que jamás lo tocara la plaga. Esto creó curiosidad entre los médicos, quienes lo retaron a que se sometiera a un análisis científico: colocaban en la mano de Lake, tejidos humanos contaminados con la plaga, y mediante un microscopio constataban que todos los gérmenes morían al contacto de su mano. Pero John Lake únicamente le daba gloria a Dios, y utilizó estas pruebas para que muchas personas se convirtieran a Cristo.
A finales de 1910, su amigo Tom Hezmalhalch se fue y lo dejó aún más solo; pero él sabía que debía permanecer en Africa. Muchas personas lo confortaron a través de cartas para que continuara y en respuesta, él empezó a publicar un boletín en el que contaba los testimonios de sanidades y milagros del ministerio, y era tal la unción que fluía a través de esos papeles, que cuando las personas los leían se arrepentían de sus pecados, eran bautizadas con el Espíritu Santo, sanadas y liberadas.
Fundó la Obra Misionera Tabernáculo Apostólico y la Iglesia Sión; y continúo predicando y orando por los enfermos en Africa hasta 1912. Se calcula que en sus cinco años de ministerio en Africa, se convirtieron más de cien mil personas, fundó 625 Iglesias, preparó y envió 1.250 predicadores, y Dios obró a través de él un incontable número de milagros.

EL AVIVAMIENTO EN ESTADOS UNIDOS
En 1912 John G. Lake volvió a los Estados Unidos y el primer año le dio prioridad a descansar al lado de sus hijos. En 1913 conoció a su segunda esposa, Florence, con quien tuvo cinco hijos. En 1914 se radicó en Spokane – Washington, en donde abrió el Tabernáculo Apostólico en el que inició un ministerio de sanidad y milagros, que afectó la ciudad de tal manera que las autoridades iniciaron una investigación para constatar la veracidad de dichas sanidades. El gobierno constató las increíbles sanidades y declaró la ciudad de Spokane como “la más sana del mundo”.
En 1920 estableció un centro de sanidad en Portland – Oregon, y los siguientes once años estuvo viajando por todo el país y estableciendo centros de sanidad similares en Sacramento, San Diego y Houston – Texas.
Su vida y la de su familia se volvió más placentera, porque aprendió a tener mayor equilibrio entre el ministerio y la vida familiar, y se volvió menos rígido tanto en su casa como en la Iglesia, sin que esto afectara para nada la efectividad de su ministerio y las manifestaciones del Espíritu Santo sobre él.
En medio de una generación que empezaba a manifestar incredulidad, defendía con pasión las manifestaciones sobrenaturales del Espíritu Santo. Respecto del ministerio cristiano decía: “Si el cristiano no tiene el Espíritu para ministrar, no tiene nada para ministrar”. Hasta el final de sus días fue un hombre sediento de la Presencia de Dios, y el Señor lo saciaba abundantemente.
En sus últimos años empezó a perder la visión, pero tampoco se resignó a quedar ciego, sino que clamó al Señor y Él lo sanó a los sesenta y un años. Después de que una vida fructífera, durante la cual él sirvió a Dios y fue utilizado por Él de manera extraordinaria, finalmente murió el 16 de septiembre de 1935, a la edad de sesenta y cinco años.
Hasta el día de hoy, el Tabernáculo Apóstólico y la Casa de Sanidad de John G. Lake en Spokane, siguen activos y reciben visitantes de todas partes del mundo. Es un ministerio que continúa siendo de gran bendición en el siglo XXI