Romanos 13:1-8
“Sométase toda persona a las autoridades superiores: porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues no temer a la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien.
Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.
Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
Pues por esto pongáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.
Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respecto; al que honra, honra.
No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”
Considero sumamente importante para el desarrollo del tema, establecer algunas definiciones y conceptos en el área de la Justicia. Estos puntos son vitales para una mejor interpretación del papel que debe jugar la Iglesia y, por ende, cada cristiano en la sociedad actual.
Justicia: Definición
La Justicia es la concepción acerca del bien y el mal que tuvieron las civilizaciones a lo largo de la historia humana y en cada época. La Justicia es un valor determinado por la sociedad misma, el cual nace de la necesidad de mantener la armonía entre sus miembros y sus relaciones.
Entonces, la Justicia es un conjunto ordenado de normas y reglas establecidas en la sociedad para regular las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones concretas o específicas en la interacción de personas, individuos e instituciones.
Los conceptos antes emitidos son fundamentales y establecen además una idea clara donde la Justicia, en cada sociedad, tendrá la influencia del pensamiento que tenga concerniente al bien y al mal y los valores sobre las personas y sus derechos o posibilidades de relación mutua.
La Justicia como conjunto de reglas y normas tiene, por tanto, un fundamento cultural que debemos observar o estudiar con mucha atención, pues puede variar mucho según la sociedad, comunidad o región del mundo donde nos encontremos. La Iglesia y cada creyente deben estar vigilantes de estas variaciones.
El fundamento cultural de la Justicia
La sociedad en toda época tuvo una concepción definida sobre lo bueno y lo malo para las relaciones de sus integrantes. Cada cultura establece un consenso amplio en los individuos sobre cómo deberían organizarse las relaciones interpersonales según conciban la idea sobre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. La virtud social de esa sociedad es actuar en concordancia con esa concepción y establecer sus leyes alrededor de estas.
El fundamento formal de la Justicia
Este es el codificado formal de las normas y reglas establecidas por la sociedad para regular la relación entre sus miembros en disposiciones escritas, las cuales deben ser aplicadas por personas idóneas para tal tarea, como los jueces y magistrados (designados especialmente por la sociedad misma). Para la aplicación de las normas y reglas, estos jueces deben ser imparciales con respecto a instituciones y personas, y a los conflictos que aparezcan en las relaciones entre éstas.
Para efecto de este trabajo deseo recalcar que son tres los elementos determinantes en la aplicación de la Justicia entre los pueblos, su concepción del bien y el mal, la equidad en sus leyes y el carácter irreprensible de sus jueces y magistrados. Estos tres elementos se ven constantemente amenazados por los legisladores de turno entre los pueblos y sus gobernantes activos. Por tanto, deben ser un motivo claro para las oraciones de los hombres de Dios.
La manifestación de la Justicia en la sociedad
La Justicia puede manifestarse de muy diversas maneras en nuestras sociedades humanas y aunque la forma más reiterada es la que se establece a través de la Ley, la Justicia diaria, tradicional y frecuente es la que todas las personas practican, sin necesidad de jueces o abogados. Esta Justicia, la esencial, está relacionada con el respeto a nuestros semejantes, la igualdad de derechos y el balance relacional. En un sentido bíblico y amplio, esta Justicia, aplicada directamente por individuos que respetan a los demás, es la que deseamos que impere en nuestras sociedades.
En un sentido general pero fundamental, un ser humano es justo si logra aplicar consciente o inconscientemente todos los valores, comportamientos o actitudes que tengan como meta prioritaria la creación, propagación y reproducción de la Justicia dentro de la sociedad.
Dios y la Justicia
Desde tiempos antiguos, nuestro Dios eligió a la nación de Israel para establecer a través de la misma una forma de vida nacional, familiar e individual, apegada a principios, valores y normas del Reino de Dios. La nación de Israel, como pueblo organizado en religión y Justicia, fue un plan divino que se inició con el llamado de su Patriarca mayor, Abraham, según Génesis 12:1-3: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
Esto encontró su punto culminante a través del liderazgo de Moisés. A través de este profeta, Jehová le entrega a Israel un código de leyes y normas que deberían regirlo como nación. “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxodo 19:5-6).
El gran propósito del Señor fue establecer a través de Israel una cultura de Reino, basada en sus principios, valores y leyes. Esto último haría la diferencia con otras naciones, diferencia que aún hoy, también marca el destino de la Iglesia y los creyentes. La Justicia que regula el comportamiento de un hijo de Dios está basada en la ley de Jehová, Sus preceptos, normas y principios de Reino.
Aunque la definición presentada al inicio de estas notas es correcta y esencial, tiene que ser bien entendida en el caso de la Iglesia, con la verdad que sobre Justicia emana de la Palabra de Dios. No basta con afirmar que Justicia es la concepción que cada época y civilización tiene acerca del bien y el mal, esto se debe establecer en función de la Palabra de Dios. Lo fundamental aquí es: ¿qué dice Dios que es bueno o malo? Esto establece un parámetro, medida o límite para definir la Justicia y le hace entender al cristiano que la ley más alta, la de Dios, es la que debe regular su comportamiento con sus semejantes.
No es tan sólo obtener un consenso social o cultural para así definir las normas que regirán nuestro comportamiento, debe ser un consenso, en el caso de la Iglesia, basado en los principios de vida práctica que estipula Dios que deben regir nuestra conducta, los que deben prevalecer para dirigir nuestras relaciones personales y con las instituciones dentro de nuestra sociedad.
Gracias a Dios, las sociedades occidentales establecieron sus leyes y normas de comportamiento, basadas en principios bíblicos que influyeron para que hoy la Justicia se conciba como la aplicación de valores esenciales del buen vivir, como la verdad, la racionalidad, la ética y la equidad en situaciones de conflicto.
Gracias a esta influencia de principios bíblicos en las sociedades modernas, concebimos a un hombre justo como aquel que procede con justicia, rectitud y equidad. Definimos una situación justa cuando las partes involucradas reciben un trato imparcial, equilibrado y apropiado a sus características o comportamientos.
La idea donde algo o alguien puedan ser justos, proviene de la noción de justicia que se tenga y la acertada aplicación de la misma, según los requerimientos de cada situación específica. Esto nos vuelve a poner de cara a la realidad de cada creyente en Jesucristo, no se es sólo justo por el apego a la justicia terrenal, nuestra justicia y la aplicación de la misma, debe ir en concordancia con la Palabra de Dios y los principios de la Cultura de su Reino.
El concepto de Justicia viene del latín iustitia que denota la idea de dar a cada uno lo que corresponde o pertenece. Este concepto indica que la Justicia es aquello que debe hacerse según el derecho, la ley y la equidad. La Justicia según se desprende de este vocablo, hace referencia al Poder Judicial y a la pena o castigo público. Cuando la sociedad pide Justicia, está solicitando que el Estado garantice la aplicación correcta de la ley y garantice que el crimen sea juzgado y castigado con la pena que el transgresor merece según la ley vigente.
Esto es correcto, pero siempre nos coloca ante la gran preocupación de ¿cuál es la ley vigente? ¿Garantiza el Estado la aplicación correcta de la Justicia? ¿Sus magistrados son imparciales e incorruptibles? La respuesta a estos interrogantes sólo nos deja más motivos de oración.
Los fundamentos de la Justicia divina
Como hemos visto, es imprescindible para la Administración de Justicia, tener no solamente un consenso social y cultural de lo bueno o malo y de las normas que regulen la sana convivencia de los miembros de una sociedad. Es necesario tener estas reglas codificadas y escritas para su aplicación práctica. En el caso de la Iglesia, la Biblia es la regla infalible de fe y conducta que nos entregó el Altísimo para normar nuestro comportamiento. Sus leyes y principios están claramente estipulados en las Sagradas Escrituras. La concepción Apostólica de la Administración de Justicia, debe ineludiblemente considerar imperativo del uso de las Escrituras y el apego a las mismas. Sin duda, este es el primer gran fundamento de Dios para el ejercicio de una Justicia sana. Nosotros, sus hijos, debemos respetar este hecho.
El carácter de Dios en el Reino y en sus súbditos
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia” (Romanos 13:1-5).
La fuente de la Autoridad y la Justicia de Dios
Dios es el “poderdante máximo”, el Dador de todo poder. Es la Máxima Autoridad en la tierra, en el cielo y debajo de la tierra. No hay nadie como Él en dignidad, majestad, realeza, autoridad y justicia.
Dios ejerce dominio sobre toda Su creación y el Universo se rige por la autoridad de Su Palabra, Él es omnipotente y es Dios. El ejercicio de Su Autoridad y Su Justicia se sustenta en lo que Él es y hace. Dios no pierde autoridad porque no cambia, en Él no hay mudanza ni sombra de variación. Desde Su trono, Jehová ejerce Su autoridad y desde allí Él envía Su poder para sanar, restaurar y liberar. La autoridad viene desde Su trono y emana de Su naturaleza misma.
“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero” (Apocalipsis 22:1). Dios es justo Juez, toda Su Palabra y Administración de Autoridad y Justicia descansa en el respeto pleno a Su Legalidad. Dios tiene toda la autoridad porque todo lo que hace, cae dentro del marco de la legalidad que rige los principios de Su Reino. Dios tiene utoridad porque se rige por principios eternos de legalidad. Quién quiera ejercer autoridad con el respaldo del Señor, debe ser igualmente legal. Dios no hará nada ilegalmente, siempre procede con justicia y equidad. La justicia es en verdad el sustento de su Trono.
Si pudiéramos definir los fundamentos de la Autoridad y la Justicia de Dios, junto al ejercicio de las mismas, diríamos que son los siguientes:
Santidad
Pureza
Rectitud
Amor
Verdad
Legalidad
Justicia
Sin dudas, podemos afirmar que Dios:
Tiene autoridad para establecer Justicia porque es santo.
Tiene autoridad para establecer Justicia porque es puro.
Tiene autoridad para establecer Justicia porque es recto.
Tiene autoridad para establecer Justicia porque es amor.
Tiene autoridad para establecer Justicia porque es verdad.
Tiene autoridad para establecer Justicia porque es legal.
Tiene autoridad para establecer Justicia porque es justo.
Toda la autoridad, poder y dominio que Dios tiene y ejerce en el Universo, es por ser santo, puro, recto, amoroso, amante y practicante de la verdad, legal y totalmente justo. Dios tiene autoridad porque satisface Sus propias demandas de Justicia. Ejerce autoridad y administra el poder y la Justicia sin obstáculos porque cumple Sus normas, tanto en lo moral como en lo espiritual. Es totalmente fiel y confiable ante las demandas legales de Su Reino. Sólo Dios califica para serlo, porque es perfecto y completo en Sí mismo. Jehová es infalible y misericordioso. Dios tiene la Máxima Autoridad porque vive lo que predica, Su Autoridad viene de Su carácter y Su madurez (ancianidad).
Dónde surge nuestra autoridad
Debo recalcar que Dios es la Máxima Autoridad, mantiene la autoridad moral para ejercer Su poder y dominio desde el Trono del Universo porque es “Santo, Puro, Recto, Amoroso, Verdadero, Legal y totalmente Justo”. Todo hijo de Dios y todo Ministro del Evangelio honesto y sincero, debe saber que la medida del ejercicio de su autoridad delegada es proporcional a su santidad, pureza, rectitud, amor, veracidad, legalidad y rectitud.
Para que sean correctas, la autoridad y el uso de la misma no pueden separarse de una vida piadosa e íntegra. El hombre que quiera ser usado por Dios constantemente, debe practicar diariamente el amor, la rectitud, la justicia, la pureza, la santidad, la legalidad y la verdad.
La unción, el poder y la autoridad del Señor emanan de una persona que vive lo que predica y practica sus propias enseñanzas. Cuando no existe ninguna brecha entre lo que decimos y lo que hacemos, tenemos autoridad en ese campo. Cuando no existe ninguna distancia entre nuestra predicación y nuestra manera de vivir, entonces habremos conquistado el poder de manifestar la autoridad del Reino.
La “Autoridad Apostólica” emana desde el Trono y del Cordero (Apocalipsis 22:1), no es posible obtenerla de otra fuente. Para ejercer esa autoridad debemos vivir como Dios demanda en todos los principios de la Palabra. El ejercicio de la Autoridad y la Justicia de Dios, demandan el aprendizaje de Sus preceptos y Su Ley, pero el conocimiento no nos da más dominio o poder, sólo más responsabilidad para vivir de acuerdo al llamado altísimo del Señor para el Ministerio.
“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:20).
La administración de Justicia
La administración de Justicia contempla la impartición y la ejecución de Justicia, a partir de una verdad real, mediante principios de equidad, igualdad, transparencia, celeridad, eficacia y eficiencia.
La administración de Justicia debe impartirse bajo un conocimiento estricto de las normas y el ordenamiento jurídico establecido en la sociedad o en la Nación. La Justicia debe impartirse sin la injerencia de otros poderes de la República para que se ordene o aplique lo justo.
La administración de Justicia debe hacerse respetando el debido proceso y los derechos de las partes. Quienes impartan Justicia, deben ser personas con principios éticos y morales intachables, jueces honestos, justos y conocedores de la autoridad terrenal que recibieron para establecer sentencias.
La administración de Justicia debe ser incorruptible. Estos conceptos emitidos nos vuelven a poner frente al hecho transcendental que para el ejercicio de la correcta administración de Justicia, se requiere un carácter maduro, justo, recto y aplomado en las verdades que sobre autoridad, justicia y derechos, nos enseña la Biblia.
Nuestra carga de oración es que los jueces de nuestras naciones no sólo sean rectos, justos y éticos en la aplicación de la justicia, sino que su carácter y sus determinaciones, estén controladas por la verdad de Dios.
Dios es el Juez Supremo de todo el Universo
La BIBLIA nos presenta diferentes facetas de Dios en sus relaciones con el ser humano. Algunas de estas son preferidas por nosotros por el carácter paternal de las mismas o porque nos traen un beneficio que es muy difícil de olvidar. En la Sagradas Escrituras Dios es el Sanador, el Proveedor, el Libertador y el Hacedor de Maravillas. La Biblia nos habla de El como nuestro Refugio, nuestro Pastor, nuestro Salvador y nuestro Padre Eterno. Mas hay una faceta de la Naturaleza de Dios que muy pocos recuerdan o enseñan, esta tiene que ver con Su Justicia, Dios es Juez ; el Juez Altísimo de todo el Universo. Aleluya!
Nuestra confianza en medio del quehacer humano, y en medio de tanta corrupción judicial, legislativa y gubernamental, es que Dios está en Su santo Trono para juzgar a cada uno según sus obras.
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” Apocalipsis 20:11-15. El hecho de que Dios sea el Juez más alto, nos da la gran oportunidad de llevar ante Él no solo nuestras quejas, sino nuestras demandas legales en contra del abuso de autoridad de nuestros gobernantes o de el uso ilegítimo del poder de representatividad y gobierno que les entregamos al nombrarlos para regir el destino de nuestros pueblos. Esta es nuestra maravillosa confianza en la Justicia Divina, que cuando la de los hombres falla, la de Dios se mantiene incólume, pura y recta. Cuando los jueces y gobernantes de la Tierra fracasan en su tarea, podemos acudir a Dios y presentar nuestras “demandas legales-espirituales”. Amén.
El Tribunal más Alto
Por cuanto Dios es el Juez Supremo de todo el Universo, El es Quien preside el Tribunal de Justicia más alto de todos. A este Tribunal Altísimo es ante el cual debemos presentar nuestras demandas. Esta es la instancia mayor a la que podemos acudir cuando las instancias terrenales y el ejercicio de la justicia fracasan.
En toda nación, reino o comunidad de gobierno sana, estructurada y justa, existe un Tribunal de Apelaciones o Instancias judiciales más altas a las cuales recurrir apelando a la Legalidad imperante en procura de Justicia y de las decisiones o sentencias rectas y justas.
En este vasto universo creado, en el cuales está lo visible y lo invisible, en el cual están inmersos hombres, naciones y gobiernos, Dios gobierna y juzga con Justicia. Este es Su Reino, el Reino de Dios, el cual se rige por Sus principios de administración gubernamental y por la rectitud de Su Justicia. Cuando las autoridades visibles o invisibles se corrompen y pervierten el Derecho y manipulan el ejercicio de la Justicia, el Altísimo mismo en Su bendita Palabra nos motiva a acudir a El en busca de Sus determinaciones santas y rectas. Amén!
La Gran Opción: “Demandas Legales Espirirituales”
Es la Meta de este libro dejar planteadas las bases escriturales legales ante la Iglesia de Jesucristo para presentar “demandas legales espirituales” ante el Tribunal de Dios, el más alto de todos los tribunales, en favor de Familias, regiones, territorios, ciudades y naciones en defensa de sus moradores ante el constante engaño, abuso e injusticias que cometen contra ellos sus gobernantes de turno.
Las “demandas legales espirituales” no son demandas a presentar ante los jueces terrenales, esa opción siempre está para los que la quieran usar, es su derecho, sino son las demandas que presentamos ante el Juez Altísimo para que sea Él y solo Él, de acuerdo a Su Ley, Sus juicios rectos y soberanos, y sobre todo, por Su misericordia, Quien establezca la “ sentencia “ para cada caso.
He aprendido a lo largo de mis años de Ministerio que nosotros los humanos esperamos juicios y sentencias que no están revestidas de misericordia. Dios traerá sobre hombres y pueblos como sentencia lo que esté basado en Su amor, soberanía y sabiduría celestial. Su juicio bien podría ser contrario a lo que esperamos. Mientras los hombres esperamos como juicio, rayos y centellas, calamidades y muerte, Dios podría traer un cambio maravillosamente positivo en gobernantes y en sus políticas de acción que podrían bendecir extraordinariamente a sus gobernados.
Por eso a Dios acudimos, pero a El como Juez Supremo dejamos el establecimiento de la Justicia. ¡Amén!
Sobre las “demandas legales espirituales” hablaremos mas adelante.
Apóstol ¨Dr. Rony Chaves
A los pies de Jesucristo