Los amilenaristas emplean una hermenéutica normal cuando interpretan temas tales como la creación, la Trinidad, la inspiración de las Escrituras, el pecado, la salvación, la deidad de Cristo, la muerte y la resurrección del Señor, el Espíritu Santo, Satanás y los ángeles. Sin embargo, cuando se trata de las profecías relacionadas con el reino del Mesías cambian para una interpretación figurada o alegórica. Parecería que esa actitud es producto de una influencia teológica y no de una exégesis seria de los textos bíblicos.Dentro del amilenarismo hay por lo menos tres posturas diferentes. Hay los que creen que el milenio se cumple en el cielo. Las almas sin cuerpo de los santos que han muerto están disfrutando de las bendiciones del reino celestial. Ese es el milenio para ellos. Esa era la postura del respetado teólogo Benjamín B. Warfield. La postura de Warfield está cercana a la del posmilenarista Charles Hodge. Por otro lado, hay los que creen que el milenio equivale al período de tiempo que transcurre entre las dos venidas de Cristo. Dice un teólogo:
El reino de Dios está ahora presente en el mundo puesto que el Cristo victorioso gobierna su pueblo mediante su Palabra y su Espíritu, aunque también anticipan un reino futuro, glorioso y perfecto en la nueva tierra en la vida venidera.
Como puede observarse, el profesor Hoekema ha tomado un rumbo equivocado. En primer lugar es dudoso que la Palabra de Cristo y su Espíritu gobiernen al pueblo de Dios cuando, incluso en la iglesia hay tanta rebeldía. Además, el reino tiene que ver con el hecho de que Cristo ha de reinar de manera personal, visible, gloriosa y soberana en toda la tierra. El Mesías impartirá su justicia, misericordia, bondad y gracia de manera personal. También, en el reino la tierra será llena de la gloria de Dios y la voluntad de Dios será hecha en la tierra como en el cielo. Es innegable que dicha condición no existe en ningún lugar ni en ninguna civilización presente entre los hombres. Evidentemente, el profesor Hoekema no ha prestado atención a los pasajes proféticos que describen el reino del Mesías.
Por supuesto que también está la postura de la iglesia católica, manifiestamente amilenarista. La escatología católica enseña que la iglesia es el reino de Cristo en la tierra. El obispo de Roma es el representante personal o vicario de Cristo en la tierra. La entrada en ese reino se realiza mediante la participación en los sacramentos, cuya administración está bajo la jurisdicción de los sacerdotes de la iglesia. Además, existe una rama del amilenarismo que pertenece al campo del liberalismo teológico. A ese grupo perteneció el reconocido erudito alemán Adolf Harnack (1851-1930), quien fvie notorio por su negación de los milagros narrados en los Evangelios y el carácter literal de la resurrección de Cristo. También a ese grupo pertenecen los teólogos de la alta crítica que niegan la veracidad y la inerrancia de las Escrituras.
Debe destacarse, sin embargo, que dentro del campo amilenarista ha habido verdaderos gigantes de la fe cristiana y enérgicos defensores de la autoridad de las Escrituras. Tanto en el pasado como en el presente, hombres de reconocido prestigio en círculos teológicos han sostenido una fe amilenarista. Nombres como William Masselink, Benjamín B. Warfield, Geerhardus Vos, J. Gresham Machen, Abraham Kuyper, Hermán Bavinck, Louis Berkhof, William Hendriksen, Edward ]. Young y muchos más.
Todos ellos, teólogos del pacto, tomaron el derrotero de San Agustín y siguieron una hermenéutica alegórica a la hora de interpretar los pasajes proféticos que tratan el tema del reino del Mesías. Como expresa John Walvoord:
La cuestión, entonces, entre el amilenarismo y el premilenarismo es sus respectivos métodos de interpretación, y muy poco progreso puede hacerse en el estudio del milenio hasta que este aspecto sea analizado y entendido.25
Ya se ha reiterado que la cuestión hermenéutica es sumamente crucial. Si se practica una hermenéutica normal o natural, el resultado inevitable será la aceptación del premilenarismo. Pero si, por el contrario, se rechaza la interpretación normal y se sustituye por la alegórica o figurada el resultado será el amilenarismo.
La pregunta que el estudioso de las Escrituras debe formularse con toda sinceridad es: ¿qué pretendía decir el escritor sagrado a sus lectores? Después de todo, la responsabilidad del intérprete es llegar a desentrañar el significado de lo escrito por el autor original. El intérprete tiene la responsabilidad de descubrir cuál era la intención del autor original, es decir, qué pretendía decir con lo que dijo. Darle al texto un significado diferente del pretendido por el autor no es interpretar honestamente. Ese es el verdadero meollo de la cuestión. Lo cierto es que la interpretación alegórica o figurada produce una variedad de significados diferentes el uno del otro porque la alegorización carece de un mecanismo de control capaz de producir un solo significado para un pasaje concreto. La interpretación alegórica produce tantas interpretaciones como intérpretes.
Desertar del campo seguro de la interpretación normal o natural resulta en un alejamiento del significado válido del pasaje bíblico y el mensaje del texto queda a merced de la imaginación del intérprete. Solo una interpretación literal proporciona los mecanismos seguros de control. Toda interpretación debe someterse a una rigurosa justificación y convalidación gramatical, contextual e histórica. La utilización del método alegórico ha producido serios desacuerdos entre los mismos amilenaristas.
Homer Lemuel Payne, en su tesis doctoral inédita, ha resumido las posiciones amilenaristas tocante al reino milenario:
(1) La postura agustiniana: Cristo está ahora rigiendo en el trono mesiánico. A esta postura se adhieren Oswald T. Allis; F. J. Hall; Franl Hamilton; R. C. H. Lenski; Philip Mauro y Geeerhardus Vos.
(2) La postura negativa: Una negación categórica del concepto del milenio. En este grupo, se encuentra Louis Berkhof quien afirma: “El concepto amileniarista es, tal como en nombre lo indica, puramente negativo. Sostiene que no hay suficiente base bíblica para la espera de un milenio”.27 Tanto S. J. Case como Miller Borrows, ambos teólogos liberales, piensan igual que Berkhof.
(3) La postura del estado intermedio: las almas de los justos que han muerto están ahora reinando con Cristo en la gloria. Esa es la opción de teólogos como W. J. Corier; William Hendriksen; W. Masselinky B. B. Warfield.
(4) La postura simbólica: los mil años son solo una idea representativa. Esta cuarta posición fue apoyada por Abraham Kuyper y William Milligan. Este último declara que los mil años en ningún sentido expresan un período de tiempo, sino que representan la ida de lo completo.
Como puede observarse con facilidad, la escuela amilenarista presente una diversidad de posturas claramente diferentes la una de la otra. Eso se debe, sin duda, a lo que se ha reiterado a lo largo de esta obra: el uso de la interpretación se presta a que cada intérprete presente una visión del texto diferente a la de sus colegas intérpretes. Eso desacredita y debilita la seriedad del mensaje que Dios ha revelado en su Palabra. Puede decirse en honor a. la verdad que en lo que concierne al milenio, su interpretación, su naturaleza y sus características, los amilenaristas se hallan en completa confusión como resultado de la espiritualización y la alegorización de pasajes, que tomados en su sentido normal, enseñan con suma claridad que habrá un reino terrenal que durará mil años en el que Cristo revelará su augusta gloria dentro de la historia.
Debe observarse que un número importante de teólogos amilenaristas reconoce la validez de la interpretación literal de las Escrituras. Hombres como F. E. Hamilton, Oswald T. Allis,
William Masselink, Albertus Pieters, Shirley Jackson Case, Martin J. Wyergaarden y otros admiten a cara descubierta que la interpretación normal o natural de las Escrituras es correcta y posee apoyo histórico. Un repaso de las profecías veterotestamentarias que se han cumplido hasta el presente lo han hecho de manera literal. Ninguna profecía se ha cumplido figurada o alegóricamente. Algo importante que debe señalarse es que todo intérprete literalista admite la existencia de figuras de dicción a través de toda la Biblia. La presencia de lenguaje figurado, sin embargo, no requiere una interpretación figurada o alegórica. Las figuras literarias en cualquier idioma tienen un equivalente dentro de las costumbres del pueblo que las usa. Ese equivalente es el significado literal de dicha figura. La hermenéutica es una ciencia gobernada por leyes concretas. Todos los intérpretes están obligados a guardar esas leyes si desean ser fieles a su responsabilidad. Esas leyes son aplicables, además, a todo el texto y a todos los géneros literarios que se hallen en el texto.
Los amilenaristas emplean una hermenéutica normal cuando interpretan temas tales como la creación, la Trinidad, la inspiración de las Escrituras, el pecado, la salvación, la deidad de Cristo, la muerte y la resurrección del Señor, el Espíritu Santo, Satanás y los ángeles. Sin embargo, cuando se trata de las profecías relacionadas con el reino del Mesías cambian para una interpretación figurada o alegórica. Parecería que esa actitud es producto de una influencia teológica y no de una exégesis seria de los textos bíblicos.
Generalmente los teólogos amilenaristas esgrimen el argumento de la presencia de figuras de dicción en la literatura profética. Es cierto que los libros proféticos y particularmente la literatura apocalíptica, están saturados de figuras. Pero no es lo mismo usar una metáfora que interpretar un pasaje metafóricamente. Tampoco es lo mismo el uso literario de una alegoría que la alegorización como un método hermenéutico para explicar un texto bíblico. Interpretar un símbolo simbólicamente no es interpretar. Las figuras de dicción se usan en cualquier idioma para ayudar a comprensión de lo que se quiere comunicar. El lenguaje figurado i una manera eficaz de decir de forma concreta lo que de otro modo resultaría abstracto. Las figuras de dicción son usos gramaticales literarios legítimos que tienen por objeto transmitir un significad literal.29 Su uso, por lo tanto, es para facilitar la comprensión n para impedirla.
LA PERSONA DE CRISTO Y EL REINO MILENARIO
Ya se ha señalado en repetidas ocasiones que el centro mismo del reino milenario es la persona gloriosa de Cristo. Es Él que personalmente vendrá para inaugurar el reino tal como aparee prometido en la literatura profética del Antiguo Testamento: “Ti: ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que está lejos (ís. 33:17). También el Nuevo Testamento afirma que el reino mesiánico será inaugurado cuando Cristo regrese con poder gloria. Mateo 19:28 registra las palabras de Cristo, diciendo “que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria” los apóstoles se sentarán sobre doce tronos para juzga a las doce tribus de Israel. Más adelante (Mt. 25:31), también s relaciona el establecimiento del reino con la venida en gloria de Mesías a la tierra: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria’ Ap. 19:1121 describe la venida del Señor a la tierra y la destrucción: de los ejércitos del anticristo por el Mesías victorioso que viene inaugurar su reino.
El profeta Daniel en los capítulos 2 y 7 escribió acerca de “lo tiempos de los gentiles”, es decir, el tiempo cuando el gobierno d las naciones estará en manos de los gentiles. El dominio gentil e ilustrado en el capítulo 2 por la estatua del sueño de Nabucodonosor y en el capítulo 7 por las cuatro bestias feroces y el cuerno pequeño que aparece en una de las cabezas de la cuarta bestia. El cuadro profético en ambos capítulos pone de manifiesto que será la venid personal del Mesías la que pondrá fin al gobierno gentil en la tierra
Cuando la autoridad gentil sea destruida, “…el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido ni será el reino dado a otro pueblo” (Dn. 2:44). Eso no pudo haber ocurrido en la primera venida de Cristo porque todavía los gentiles ejercen autoridad sobre las naciones. La voluntad de Dios no está siendo hecha en la tierra como en el cielo (Mt. 6:10). Tampoco ahora Cristo está rigiendo las naciones con vara de hierro (Ap. 19:15).
Es crucial entender que el reino no será establecido por la iglesia ni por el hecho de que la Palabra de Dios y el Espíritu Santo están en el corazón del creyente. El reino será inaugurado por la presencia personal del Mesías quien regresará en gloria “en su manifestación y en su reino” (2 Ti. 4:1). Es importante recordar también que la venida en gloria de Cristo estará acompañada de severos juicios sobre el mundo entero. Tal cosa aún no ha ocurrido. Lo cierto es que la tierra todavía está llena de maldad, miserias e injusticias. Todo eso terminará de manera absoluta cuando el Mesías reine en la tierra. Una de las características del reino terrenal de Cristo es que “la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Hab. 2:14). La “gloria de Jehová” es ni más ni menos que la manifestación personal y visible de Jesucristo como Rey de reyes y Señor de señores.
El premilenarismo ha sido acusado de enseñar un reino carnal y judaico. Ambas impugnaciones son injustas. El premilenarismo enseña que el reino se caracterizará, entre otras cosas, por la abundancia de bendiciones espirituales que el Mesías derramará sobre los que entren en el reino. Pero las Escrituras enseñan que el reino será en la tierra y que habrá un disfrute de bendiciones propias de la tierra. Es cierto que Israel como nación será bendito en cumplimiento de las promesas de los pactos. Pero no es menos cierto que los gentiles también serán ricamente bendecidos por el Señor. En cuanto a las bendiciones espirituales, debe recordarse que el primer requisito para entrar en el reino es espiritual. Es indispensable haber nacido de nuevo para entrar en el reino. Además, el Espíritu Santo será derramado sobre todos los que entren en el reino. Más importante aún es el hecho de que la persona gloriosa de Jesucristo estará en medio de su pueblo manifestando todo el esplendor de su gloria personal. La tierra será llena de su justicia, bondad, paz y santidad: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David un renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová justicia nuestra” (Jer. 23:56). El amilenarista tiene la solemne responsabilidad, como todos los demás intérpretes, de explicar este pasaje dentro de su contexto y mediante una hermenéutica normal, gramático-histórica, no figurada ni alegórica.
Ni las Escrituras ni la historia indican que “esos días” de los que habla Jeremías se hayan cumplido o se estén cumpliendo en el sentido normal del idioma. Tal como lo describe Juan en Ap. 19:11- 16, la inauguración del reino será precedida de la manifestación personal y soberana del Rey de reyes cuando venga acompañado de sus ejércitos celestiales.
La iglesia es un aspecto del reino de Dios, pero no es en ningún sentido equivalente al reino mesiánico prometido en el Antiguo Testamento. El reino mesiánico tiene que ver con el dominio personal de Cristo desde el trono de David. Todavía Cristo no ocupa ese trono (Ap. 3:21). Ese trono le pertenece por derecho (Le. 1:30-33). El reino terrenal de Cristo, también llamado el milenio, será el preámbulo histórico del reino eterno de Dios. Al final del milenio, Cristo continuará reinando por los siglos de los siglos en el reino eterno de Dios. Durante el milenio, la gloria tanto de la humanidad como de la deidad de Cristo será manifestada dentro del tiempo y de la historia. Como ha escrito John F. Walvood:
La gloriosa presencia de Cristo en la escena milenaria es, por supuesto, el centro de adoración y espiritualidad. Los muchos pasajes bíblicos relacionados con el tema que no pueden en ningún sentido razonable aplicarse a la era presente ni limitarse al cielo, apuntan al reino milenario de Cristo en la tierra. La gloria de Cristo es revelada, además, en todos los aspectos del milenio y afecta la vida espiritual de la raza humana hasta un extremo nunca antes experimentado en previas dispensaciones.
No solo el reino no se está cumpliendo en la era presente, como enseña el amilenarismo; ni tampoco Satanás está atado, como también enseñan de manera desconcertante.
El maligno todavía anda como “león rugiente buscando a quien devorar” (1 P. 5:8). Satanás llenó el corazón de Ananías (Hch. 5:3); tienta a los creyentes (1 Co. 7:5); ciega la mente de los incrédulos (2 Co. 4:34); se disfraza como ángel de luz (2 Co. 12:7); obstaculizó el ministerio de Pablo (1 Ts. 2:18). Los mencionados pasajes y las actividades desarrolladas no muestran ningún indicio de que Satanás esté atado en esta era. Obsérvese que, según Ap. 20:3, el propósito de atar a Satanás es “…para que no engañe más a las naciones…”Es innegable que Satanás está muy activo en la tierra en la era presente. Su confinamiento al abismo tendrá lugar inmediatamente antes de la inauguración del milenio. Ni él ni sus demonios podrán realizar actividad alguna durante los mil años del reino.
La tierra será especialmente preparada para que el Mesías reine. Los ángeles recogerán todo lo que estorbe. “Así será el fin del siglo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos” (Mt. 13:49). La tierra será “regenerada” (palingenesia), es decir, rejuvenecida y embellecida para que el Mesías reine (Mt. 19:28). El profeta Isaías describe el asombroso cambio que se efectuará en este planeta en preparación para el reino milenario: “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro” (Is. 35:12). Dice el texto que “verán la gloria de Jehová”. La gloria de Jehová” es la presencia personal del Mesías quien es el revelador personal de la Trinidad y es llamado “la hermosura del
Dios nuestro”. Esta escena aguarda su segunda venida en gloria. Jesucristo será el centro de toda actividad en la era gloriosa del reino. No habrá absolutamente nada que aparte la atención de su bendita y gloriosa persona.
RESUMEN Y CONCLUSIÓN
A través de este capítulo se ha intentado ubicar el tema del milenio dentro de marco bíblico y de su ámbito histórico. Se ha señalado que hay dos posturas principales al respecto: (1) La pre milenarista que afirma que habrá un reinado futuro de Cristo en la tierra que durará mil años durante el cual se cumplirán las promesas hechas por Dios a los patriarcas. Durante esos mil años, Satanás será atado o neutralizado para que no engañe más a las naciones y Cristo reinará con poder y gloria como rey mesiánico desde el trono de David. (2) La postura amilenarista enseña que el milenio se está cumpliendo ahora en la era presente, ya sea en el cielo con los santos que están con el Señor o en la tierra mediante la iglesia.
Según la escatología amilenarista, el diablo ya está atado y el reino equivale al período de tiempo que transcurre entre la primera y la segunda venida de Cristo. Cuando Cristo regrese a la tierra, según el esquema amilenarista, será para inaugurar el reino eterno. El amilenarismo, por lo tanto, omite totalmente la revelación bíblica respecto de la gloria terrenal del Mesías. Ambas posturas son excluyentes. Solo una de ellas puede sostenerse de pie a la luz de las Escrituras y de la realidad histórica.
Es mayoritariamente reconocido por destacados historiadores que la iglesia de los primeros siglos mantenían una fe premilenarista. Los padres apostólicos, con algunas excepciones, creían que Cristo vendría a la tierra a establecer el reino profetizado en el Antiguo Testamento. El amilenarismo tuvo sus raíces en la introducción de la hermenéutica alegórica enseñada por Orígenes de Alejandría. Orígenes había aprendido ese sistema de interpretación del filósofo judío Filón quien, a su vez, lo había aprendido de los filósofos paganos de Alejandría.
El método alegórico de interpretación enseñado por Orígenes fue adoptado por San Agustín quien formuló la primera escatología amilenarista en la historia de la iglesia. De San Agustín el amilenarismo se extendió a la iglesia católica romana y, a través de ella, a los reformadores del siglo XVI. De modo que el amilenarismo es el producto de la alegorización de las Escrituras proféticas del Antiguo Testamento. Una interpretación normal de las profecías conduce inevitablemente al premilenarismo. El amilenarismo cree que las promesas hechas a la nación de Israel están siendo cumplidas por la iglesia en esta era. El pre milenarismo enseña que Israel es Israel y que su caída presente no es ni final ni total. Dios no ha desechado a su pueblo (Ro. 11:2). Las promesas de Dios a Israel siguen vigentes (Ro. 11:25-29).
Como se ha observado a través de esta obra, los amilenaristas no se ponen de acuerdo entre ellos mismos respecto de la naturaleza y el escenario del reino. Algunos dicen que es en el cielo, mientras que otros dicen que el reino es espiritual, que está en el corazón del creyente y que se cumple en la iglesia ahora. El amilenarismo niega enfáticamente que habrá un reino terrenal de Cristo de mil años de duración.
Ahora bien, los teólogos amilenaristas se enfrentan a un serio dilema: ¿Qué hacer con la cantidad enorme de pasajes que enseñan acerca de una gloria que llena toda la tierra? ¿Qué hacer con la importantísima cantidad de pasajes que hablan de una tierra llena de la gloria de Jehová? Los amilenaristas se equivocan rotundamente cuando enseñan que el único pasaje de la Biblia que enseña acerca del milenio es Apocalipsis 20:16. La realidad es que hay un número considerable de pasajes distribuidos por todo el Antiguo Testamento que enseñan la realidad de un reino futuro en la tierra. Esos pasajes enseñan con claridad que la tierra como tal será ricamente bendecida. La violencia que ahora existe, incluso entre los animales del campo, se acabará. En la era del reino habrá paz, tranquilidad, justicia y santidad en la tierra.
Los expositores amilenaristas, en su perplejidad, no saben qué hacer con esos pasajes. Unos lo sacan de su contexto y los aplican al reino eterno. Pero confrontan la dificultad de que dichos pasajes describen escenas terrenales, no celestiales. Otros espiritualizan dichos pasajes y en lugar de interpretarlos, lo que hacen es extraer aplicaciones para la vida de la iglesia hoy. Lo peor de todo es la actitud de aquellos que omiten dichos textos completamente de sus exposiciones.
Puesto que hay muchos pasajes que hablan de la gloria del Mesías a quien el Antiguo Testamento repetidas veces llama Jehová, es decir, el Revelador de Dios, los amilenaristas pasan por alto uno de los estudios más provechosos y de mayor bendición para el creyente. Dicho estudio tiene que ver con la manifestación visible de la gloria de Cristo en la era del reino. Tanto los atributos de su perfecta humanidad como los de su absoluta e infinita deidad serán exhibidos dentro del tiempo y de la historia durante el milenio terrenal. Cristo reinará sobre la tierra como Rey de reyes y Señor de señores.
Extracto del Libro , Cristo en el Milenio, Dr Evis Carballosa