"Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros…no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey" 1 Pedro 5:2,3.
Gran parte de nuestra vida cristiana se encuentra influenciada por la inagotable labor que realizan pastores y líderes. Muchos de ellos no son solo sabios consejeros y modelos inspiradores de vida, sino también amigos que, de manera incondicional, nos brindan su apoyo y cariño.
Sin embargo, esto no siempre es así. En ocasiones, las personas son heridas en las iglesias por causa de la conducta despótica y arbitraria de muchos líderes y pastores. Lamentablemente, muchas veces el liderazgo autoritario es frecuentemente tolerado. Esto tiene negativas consecuencias para los creyentes que se encuentran bajo su influencia. En muchos casos, cristianos y cristianas largamente expuestos a esta manera de liderar tienden a forjar un carácter pasivo, dependiente, cerrado, acrítico y poco comprometido con las injusticias que suceden dentro de la iglesia. Las experiencias pueden ser a tal punto negativas que, en muchos casos, el creyente afectado puede terminar abandonando la iglesia y alejándose de Dios, o aprender a conservar su fe con peligrosas tendencias hacia la manipulación, la represión y la depresión.
A continuación, mencionamos algunas características de este agudo problema y planteamos algunas pautas para su solución.
I. ¿QUÉ ES LA VIOLENCIA PASTORAL?
Es todo acto, palabra o amenaza que, valiéndose de una posición de poder o autoridad en la iglesia, afecta la autonomía, la libertad y la integridad física, psíquica y espiritual de los creyentes.
A menudo, las conductas violentas no son conocidas por los miembros de la congregación. Esto no solo se debe al hecho de que el agresor, por su posición de liderazgo, tiene mayor poder para ocultar o tergiversar la información, sino porque, en muchos casos, la víctima calla a fin de “obedecer”, “no dar mal testimonio”, por miedo a ser expulsada o por “no dañar la unidad de la iglesia”.
Por otro lado, muchas veces las agresiones son revestidas o justificadas a partir de “explicaciones religiosas o bíblicas”, como el deber de sujeción a la autoridad, o frases como “no toquéis a mis ungidos”, entre otro tipo justificaciones revestidas de una aureola “bíblica”. Por esta razón, pocos creyentes se animan a denunciar la violencia, por temor a que, al hacerlo, puedan estar yendo en contra de la voluntad de Dios.
Todo esto hace que la violencia pastoral resulte difícil de identificar pero, sobre todo, hace más difícil aún que se puedan establecer medidas para que se le ponga fin o para que se sancione al líder o pastor agresor.
II. ¿CÓMO SE MANIFIESTA LA VIOLENCIA PASTORAL?
Sería imposible hacer una lista cerrada sobre las maneras en que se expresa la violencia pastoral. A veces, la violencia puede llegar a situaciones extremas, como el abuso sexual y el maltrato físico. Por ello, colocamos aquí solo las situaciones de violencia más frecuentes. Así, la violencia pastoral se manifiesta:
- A través de un lenguaje vulgar, agresivo u ofensivo a la hora de “aconsejar”.
- Prohibiendo o controlando las actividades que los creyentes realizan fuera de la iglesia (por ejemplo, prohibiendo que lleven cursos en otras iglesias o seminarios, o que estudien tal o cual carrera).
- Al poner un extremado énfasis en el “yo”, en la “autoridad”, la “obediencia” y la “sujeción”, y allí donde las relaciones con el liderazgo se dan de manera jerárquica.
- Utilizando un lenguaje bíblico o religioso para hacer prevalecer su punto de vista.
- Retirando a las personas del servicio o quitándoles responsabilidades asignadas, sin explicar el por qué o sin querer discutir adecuadamente las razones.
- Al tomar decisiones sobre las personas sin consultarles previamente.
- Manifestando enojo o fastidio frente a una opinión diferente a la suya.
- A través de burlas, ironía o sarcasmo contra algún hermano o hermana delante de los demás.
- Amenazando con sancionar o “atenerse a las consecuencias” a quienes no cumplan con sus órdenes.
- Exigiendo que todos deben estar de acuerdo con sus posturas teológicas, incluso en aquellas que no son esenciales.
- Al influenciar para que el creyente invierta toda su energía en el servicio dentro de la iglesia y según las pautas impuestas, sin tomar en cuenta su realización personal a través de otros medios o áreas de su vida.
- Al ver con recelo que la persona pide consejo de otros pastores u otros líderes.
- Colocando como líderes solo a aquellos que piensen como él.
- Al expulsar a algún hermano o hermana de la iglesia o del ministerio sin que se le permita explicar el porqué de su salida.
- Manteniendo un ambiente de temor en el que nadie se atreve a decir lo que piensa realmente, en el que se teme confesar las debilidades o en dar una opinión contraria a la del pastor o los líderes.
- Poniendo énfasis en la obediencia y no en los efectos que esta ha producido o ha de producir.
- A través de la aplicación de sanciones, disciplinas o medidas sin justificación alguna y de manera desigual.
- Al imponer u obligar a creer o confesar algo a los creyentes sin respetar el tiempo que necesitan para su debida comprensión.
III. MITOS SOBRE LA PASTORAL QUE REFUERZAN LA VIOLENCIA
Existen muchos mitos que se suelen repetir acerca de la pastoral y el liderazgo. En muchísimos casos, estos mitos sirven para ocultar el problema de la violencia y, de algún modo, sea consciente o inconscientemente, para justificarla. Veamos:
“El pastor sabe lo que es mejor para mi vida”.
FALSO
Como todo hombre, el pastor se puede equivocar (Jr 17:5). Interpretar qué es la voluntad de Dios para tu vida, te corresponde sólo a ti e, incluso, equivocarte sobre lo que quiere Dios para tu vida es algo que debe correr por tu cuenta y riesgo (Jr 31:29,30). En ese sentido, someterte a órdenes que van en contra de tu conciencia o de tu dignidad como hijo o hija de Dios sería un terrible error, pues significaría estar poniendo a los hombres antes que a Dios.
“Dios permite que el pastor sea así conmigo, para darme una lección y ayudarme a cambiar”
FALSO
Es verdad que Dios puede permitir circunstancias que pueden ser dolorosas a fin de que podamos extraer de ellas alguna lección; sin embargo, el maltrato hacia tu persona no deja de ser un pecado. Recuerda que el maltrato que recibes tú puede ser recibido por otros, y ello sucederá si simplemente decides callar o tolerarlo.
“Un buen cristiano debe siempre someterse a sus autoridades”
FALSO
El problema es la palabra “siempre”. En tanto que las autoridades son puestas por Dios, no sería posible someterse a las órdenes de una persona que van en contra de la voluntad de Dios. En este caso, es evidente que todo acto violento es rechazado por el Señor (“a paz nos llamó el Señor”, 1 Co 7:15). El principal sometimiento es a Dios y solo después podremos hablar del sometimiento a las autoridades. En Hebreos 13:7 la Biblia nos dice claramente que los creyentes no solo debemos imitar la fe de nuestros pastores, sino que debemos evaluar el resultado de su conducta. Solo si esta evaluación es positiva entonces podremos decir si esa conducta es digna de ser imitada o si esa orden es digna de ser obedecida.
“Yo solo debo cumplir con mi deber de someterme a mis líderes. Si ellos hacen algo malo, ya le rendirán cuentas a Dios, no me tengo por qué meter”
FALSO
Quien piensa de esta manera asume que la conducción de la iglesia le pertenece exclusivamente a los pastores y líderes y no a los creyentes en general, lo que resulta antibíblico (1 Co 12; Ro 12:4-8). Asimismo, el que piensa de esta manera parece creer en un sistema jerárquico, más parecido al sistema católico, que al evangélico. Pero la Biblia nos muestra otra cosa. Como creyentes, todos tenemos el deber de edificar el cuerpo de Cristo (1 Co 3). La Biblia enseña claramente que todos los cristianos somos reyes y sacerdotes (Ap 5:10), que todos los creyentes tenemos por igual al Espíritu Santo (1 Jn 2:27), de manera que todos cumplimos el deber de procurar que la iglesia ande conforme a la verdad. Finalmente, la Biblia condena el señorío de los pastores sobre los demás creyentes, indicando que el liderazgo debe ser por el ejemplo: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros…no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:2,3).
“Uno no debe juzgar, mucho menos denunciar a un pastor”
FALSO
Juzgar es emitir un juicio de valor, sea positivo o negativo. La Biblia nos dice que todos los creyentes estamos llamados a juzgar todas las cosas de esta vida (1 Co 6:3). Asimismo, la Biblia nos enseña que juzgar es malo cuando lo hacemos con una motivación mala (Stg 4:11,12), pero no cuando lo hacemos de manera objetiva y veraz. Por esa razón es que Jesús condena el juzgar “según las apariencias”, pero permite el juzgar “con justo juicio” (Jn 7:24). En ese sentido, siempre que defendamos la verdad y busquemos poner fin a la violencia dentro de la iglesia, sí nos está permitido juzgar la conducta de nuestros líderes, no para condenarlos o para justificar nuestro enojo, sino para confrontarlos y, de ser culpables, denunciarlos ante nuestras autoridades.
“Si no estás de acuerdo con la pastoral de tu iglesia hay otras iglesias en las que te puedas sentir más cómodo”
FALSO
No se trata de estar de acuerdo o no con un “estilo” de liderazgo. Tampoco es una cuestión de comodidad. Se trata de poner en evidencia un acto pecaminoso que daña a la iglesia y atenta contra la dignidad de los hijos de Dios. El que increpa a un pastor sobre su conducta violenta lo hace porque es un deber bíblico.
“No hay iglesia perfecta”
FALSO
Es verdad que no hay iglesia perfecta, pero ello no puede ser una excusa para evitar ver o denunciar una pastoral violenta. El pecado siempre existirá, pero eso no significa que no deba ser confrontado en espíritu de amor (Mt 18: 15-17; 2 Co 2:6-8).
“Tu única opción es someterte, nada vas a cambiar”
FALSO
Efectivamente, es posible que nada cambie, pero la Biblia nos enseña que más importante es hacer la voluntad de Dios. Someterse a una pastoral basada en la violencia es, en el fondo, dejar de asumir el deber que tenemos todos los creyentes de edificar el cuerpo de Cristo (1 Co 3) y de velar porque la iglesia de siempre un buen testimonio (1 Co 6:5).
IV. ¿QUÉ HACER FRENTE A LA VIOLENCIA PASTORAL?
1. INVOLÚCRATE CON EL PROBLEMA: El primer paso para poner fin a la violencia ejercida por el liderazgo es reconocer que el problema existe y convencerte de que la Biblia te llama a actuar por amor a su iglesia. Aun cuando no te veas afectado por el problema, probablemente sí sepas de una o varias personas que han recibido maltrato por parte del liderazgo. Si es así, involúcrate en los problemas de estas personas y trata de conversar o bien con el pastor, o bien con aquellos hermanos que conocen el problema y tienen la influencia para cambiar esa situación.
2. NO CALLES, NO TOLERES: Si te consideras una víctima, es preciso que expreses tus sentimientos y malestar directamente al líder o pastor que te maltrata. Si vez que persiste la situación, busca a otros pastores o líderes de confianza, pero que al mismo tiempo puedan tener influencia o un trato más cercano al pastor o líder que realiza el maltrato, a fin de que puedan conversar con él y el problema pueda solucionarse pacíficamente. En caso no seas tú una víctima, pero conoces algún caso, asume la responsabilidad de acompañar a otra persona en el proceso antes referido.
4. CUENTA LO SUCEDIDO A PERSONAS DE CONFIANZA: Es preciso que compartas tu problema con amigos de confianza que puedan acompañarte y consolarte durante la mala experiencia. Acudir a hermanos, amigos o pastores de otras iglesias puede ayudar a tomarte un respiro y a recibir consejos más objetivos e imparciales sobre la situación por la que estés pasando.
5. AGOTA LAS INSTANCIAS NECESARIAS: En caso sientas que has agotado los medios interpersonales, acude a los medios formales, esto es, al pastor principal de tu iglesia o al pastor que, dentro de la institución eclesiástica, sea jerárquicamente superior. Trata de hacer esto con líderes o amigos que puedan avalar tu testimonio. En ocasiones el pastor principal puede juzgar con imparcialidad, pero también puede ser que no lo haga y se cierre al diálogo. En ese caso, si lo deseas, procura agotar todas las instancias. Muchas iglesias conservan aun mecanismos de denuncia para los casos de violencia pastoral. En caso no los haya, confórmate con haber intentado resolver el problema a través de las vías formales y pacíficas. Lucha contra esos pensamientos de rencor, frustración y dolor, que te pueden llevar a “hacer justicia por tu propia mano”. Cuida tu testimonio. Una actitud pacífica y recta es suficiente para convencer a los demás de que tu causa es justa.
7. DE SER NECESARIO, BUSCA OTRA IGLESIA: Debes ponderar las posibilidades de encontrar otro lugar en el que puedas congregar, dependiendo, claro está, de la magnitud del maltrato. Eso te ayudará a modular los sentimientos de enojo y frustración, pero también puede ser que necesites otro ambiente eclesiástico que sea capaz de valorarte como persona, sin que pese sobre ti el estigma de “rebelde” o “insumiso”. Encontrar una iglesia con un liderazgo-siervo te ayudará mucho a seguir creciendo espiritualmente.
8. TOMA UN TIEMPO PARA RESTAURARTE: Superar las heridas que deja en ti el maltrato pastoral no es fácil. El dolor puede llevarte a alejarte de Dios y sentirte espiritualmente seco. Busca un tiempo a solas, abstente de las personas o lugares que te hagan recordar los hechos. Dedícate a la oración y a la lectura de la Palabra. Lo mejor en este periodo es descansar espiritualmente hasta que sientas que el problema no afecta tu carácter ni tu relación con las personas.
9. COMPRENDE Y PERDONA AL AGRESOR: Este paso es determinante para tu plena restauración. Debes comprender que, en muchos casos, el agresor es una persona que probablemente haya sido formada bajo un liderazgo autoritario, tan igual o peor que el suyo. La violencia no solo se explica a partir del pecado, sino de un proceso formativo que tiende a repetirse. Dios puede darte la oportunidad de restaurarte e, incluso, de usarte para influenciar en esta persona en el futuro, para que pueda comprender lo que significa una pastoral centrada en la ternura y el servicio.
IV. ¿CÓMO PREVENIR LA VIOLENCIA PASTORAL?
- Tomando conciencia de que la violencia pastoral es una realidad.
- Informando a los creyentes sobre las maneras en que se expresa la violencia pastoral.
- Concientizando a los creyentes a hablar y denunciar los actos de violencia pastoral, por amor a sí mismos y a la iglesia de Dios.
- Promoviendo un estilo de liderazgo horizontal y participativo, a fin de que no esté centrado en una sola persona.
- Fomentando el estudio bíblico serio y responsable de conceptos tales como “autoridad” y “sujeción”, a fin de demostrar que ellos se alejan de un modelo jerárquico.
- Organizando a los creyentes agredidos para que se reúnan y planteen acciones para ser escuchados dentro de sus iglesias.
- Proponiendo cambios institucionales dentro de las iglesias, a fin de garantizar que los mecanismos de impugnación estén reglados y tengan la debida objetividad e imparcialidad.
- Compartiendo y difundiendo las recomendaciones que se encuentran en esta guía.