La visión tiene la capacidad de capturar a las personas. La visión es siempre desafiante, emocionante e inspiradora. Pero, por mucho que una visión atraiga la fuerza de las personas, con el tiempo, se vuelve una rutina. Lo extraordinario para muchos se vuelve para quienes lo viven en ordinario.
Bajo tales condiciones, lo único que es capaz de sostener la visión es la Palabra de Dios. Ella es el alimento espiritual que sostiene a los cristianos en pos de sus ideales. Las emociones humanas son siempre variables. Precisamente las emociones son tales porque varían de un día a otro. Pero, para una visión se necesita un esfuerzo sostenido que se extiende por encima de los estados anímicos.
Eso solamente lo puede lograr la Palabra de Dios. Esa es la diferencia entre aquellos que tuvieron grandes visiones y luego las perdieron, y aquellos que las tienen y las sostienen hasta cumplirlas. No basta, entonces, con ser un gran visionario, se necesita ser también un conocedor de la Palabra de Dios.
La diferencia entre una visión que se marchita y otra que se hace realidad es la capacidad del hombre de Dios para alimentarla con la Palabra de Dios. Las personas no pueden vivir solamente de emociones, necesitan ser alimentados con la enseñanza constante de la Biblia.