UNA FE QUE SE NIEGA A SENTIRSE OFENDIDA
Pareciera que mucha gente hoy se ofende con lo que dice la Biblia. Por ejemplo, la gente se ofende por lo que dice la Biblia sobre el infierno. Es difícil para muchos creer que un Dios amoroso sentenciaría a alguien que sólo ha pecado por el largo de su vida a una eternidad en tormento. Otros se ofenden por lo que dice la Biblia acerca de un estilo de vida sexual pecaminoso. Para muchos, tanto el infierno como los mandamientos contra el pecado sexual le parecen crueles y pasados de moda.
Pero Jesús no tenía problemas en ofender a la gente con la verdad. Sus palabras eran a menudo irritantes y combativas. Jesús demandaba que al oír sus palabras la gente se arrepintiera de sus pecados, creyeran en su identidad y misión y siguieran sus pasos. En una ocasión él había hablado tan fuerte a los Fariseos que sus discípulos le dijeron: “¿Te das cuenta de que has ofendido a los fariseos con lo que acabas de decir?” Mat. 15:12, NTV] Pero un corto tiempo después, Jesús les ilustraría a los discípulos que la fe verdadera no solo se niega a ser ofendida por sus palabras, sino que persevera para poder recibir su poder salvador. El hizo esto por medio de una mujer gentil que tenía una hija poseída por un demonio. La historia es la siguiente:
” Una mujer de los gentiles, que vivía allí, se le acercó y le rogó: ‘¡Ten misericordia de mí, oh Señor, Hijo de David! Pues mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente.’ [23] Pero Jesús no le contestó ni una palabra. [Primera ofensa] Entonces sus discípulos le pidieron que la despidiera. ‘Dile que se vaya’, dijeron. ‘Nos está molestando con sus súplicas’. [24][Segunda ofensa] Entonces Jesús le dijo a la mujer:’ Fui enviado para ayudar solamente a las ovejas perdidas de Dios, el pueblo de Israel.’ [25] [Tercera ofensa] Ella se acercó y lo adoró, y le rogó una vez más: ‘¡Señor, ayúdame!’ [26] Jesús le respondió: No está bien tomar la comida de los hijos y arrojársela a los perros.[27] [Cuarta ofensa] Es verdad, Señor, respondió la mujer, pero hasta a los perros se les permite comer las sobras que caen bajo la mesa de sus amos. [28] Apreciada mujer, le dijo Jesús, tu fe es grande. Se te concede lo que pides. Y al instante la hija se sanó. [Mat. 15:21-28, NTV/ (las palabras entre corchetes son mías)]
A esta mujer se le ofendió cuatro veces, y cada vez la ofensa era mayor. Pero ella se negó a ser ofendida. Ella continuó creyendo que Jesús era el HIjo de David (el Mesías), y que solo él tenía el poder para sanar a su hija. Ella se negó a ser ofendida por las palabras de Jesús porque ella sabía que sus palabras tienen poder para salvar, sanar, y libertar. Cuando Jesús vio que ella tenía una fe que se negaba a ser ofendida, él dijo:
“Apreciada mujer, …tu fe es grande. Se te concede lo que pides.” La gente hoy necesita dejar de sentirse ofendida por las palabras de Jesús, porque las mismas palabras que les parecen insultarles son aquellas que traen sanidad y salvación. Nunca se deje ofender por la palabra de Dios. Humíllese y recíbalas porque tienen el poder para cambiar su vida.
El Evangelio no está basado en principios de diplomacia imparcial, en las buenas relaciones públicas, en lo que es políticamente correcto para la sociedad, y menos en agradar corazones carnales y mundanos.
Cuando ése Evangelio vuelva a ser el centro de los púlpitos…les puedo asegurar que cientos de miles de asientos en las iglesias quedarán vacíos; y entonces sabremos que ésas personas venían por el hombre detrás del púlpito, y no por Jesús el Hijo del Hombre. ¿Qué pasó con el Evangelio que una vez predicara Juan el Bautista y el mismo Jesús, que simplemente proclamaba: “¡ARREPIENTANSE, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA ACERCADO!”? (Mateo 3:2; 4:17)
Un ejemplo de esto es la multitud que había venido a buscar a Jesús a Capernaum un día después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces; unos para coronarlo rey (Juan 6:15) y otros para ver que otras señales y obras haría nuestro Señor a favor de ellos (6:30), como dice un dicho popular ‘vinieron por lana y salieron trasquilados’.
Una vez confrontada la muchedumbre con la verdad de que el maná que sus padres habían recibido en el desierto, no se los había provisto Moisés sino Su Padre; Jesús prosiguió en decirles: “el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo…YO SOY EL PAN DE VIDA; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás…el que cree en Mí, tiene vida eterna."
Las palabras de Jesús provocaron primeramente una reacción inmediata entre los judíos, quienes comenzaron a contender entre ellos. La disputa básicamente estaba originada por una mala interpretación de lo que nuestro Señor les había comunicado metafóricamente (52-57).
Pero lamentablemente, otro grupo de personas reaccionaron negativamente al mensaje expuesto por Jesús: “muchos de Sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla?” (60, Nueva Biblia De Los Hispanos).
Es obvio por el contexto del mismo pasaje, que estos “discípulos” no eran los “doce”(67). En el capítulo 10 del Evangelio de Lucas se nos informa que “después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de El a toda ciudad y lugar adonde El había de ir” (1,2).
Por lo tanto, podemos apreciar que a esta altura del ministerio de Jesús, otros hombres y no pocos se habían convertido en “Sus discípulos”; aunque no ocupaban el lugar de preeminencia de los doce originales.
El relato nos dice, que en esta ocasión “muchos dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla?”.
Y “Jesús, sabiendo en sí mismo que Sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?” (61).
Un dicho muy conocido en el idioma castellano dice: ‘La verdad no ofende, pero molesta o incomoda’.
En este caso las palabras de Jesús no solamente “ofendieron” a un buen grupo de Sus discípulos, sino también que los molestó o como dicen algunas versiones modernas se“escandalizaron” o “tropezaron”.
¿Qué es lo que ocurrió con aquellos que habían sido “ofendidos” por Jesús?
“Desde entonces muchos de Sus discípulos volvieron atrás (se apartaron), y ya no andaban con El” (66).
“¡Dura es esta palabra; ¿quién la puede oir?!” (Juan 6:60)
¡Qué contraste tan abismal hubo en los mensajes que salieron de los labios de Jesús durante Su ministerio; comparado al ‘evangelio liviano’ que se predica en miles de iglesias en nuestros días!
El ‘evangelio liviano’ que se predica a la Iglesia del Siglo XXI, estimula “la carne”, pero“para nada aprovecha”. En cambio “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (63).
Jesús no dijo ‘las palabras que yo os he hablado eran espíritu y eran vida’; los verbos están conjugados en tiempo presente activo.
Si en verdad creemos lo que expresó Pablo al escribir: “Jesús es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8); entonces las palabras de Jesús “son espíritu y son vida”, y no como las palabras del hombre que son como nubes sin agua.
Por lo tanto los verdaderos exponentes de la Palabra de Dios no tienen que ‘acomodar’ el Evangelio para atraer a las masas, corriendo así el riesgo de que un día escuchen al Maestro decirles: “nunca los conocí”.
¡Jesús no lo hizo! Y “desde entonces muchos de Sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con El” (66).
¿Qué es lo que hizo nuestro Señor para retener a los que lo abandonaron? ¡Absolutamente nada!
“No tener gente en la iglesia y andarla asechando en sus casas para llevarla a remolque a que llene nuestros asientos vacíos, es una degradación a que ningún hombre digno se querría sujetar. Ver a ministros revolotear alrededor de un rico, como lo hacen los buitres alrededor de un camello muerto, es cosa repugnante…El ministro, debe ser firme en sus principios, y atrevido para confesarlos cuando la ocasión así lo exija, en donde quiere que esté…Fuerte en sus convicciones y sincero en su expresión, y sin encono ni saña, que hable como hombre y dé gracias a Dios por ese privilegio. No debe andar con reticencias, ni hay ninguna necesidad de que las tenga… No debemos ir a un lugar al que no podamos llevar a nuestro Señor y Maestro con nosotros. Ya que otros se toman la libertad de pecar, no renunciemos nosotros a la de reprenderlos y amonestarlos…Voy a terminar diciéndoos que es de esperar que no demos lugar, no digo en el púlpito, no aun en nuestra conversación ordinaria, a que se nos juzgue, y por ningún motivo se resuelven a desagradar a nadie por reprochable que pueda ser su modo de vivir. Tales personas entran y salen entre las familias y sus oyentes festejando siempre a todos, por más que con frecuencia debieran lamentar sus errores. Se sientan a sus mesas y se regalan a su satisfacción, sin cuidarse de amonestarlos a que huyan de la ira por venir". (Extractos de la Plática XII, C.H. Spurgeon, Discursos A Mis Estudiantes)...