Hay en la
práctica del cristianismo ciertos temas que, por no estar
específicamente mencionados en la Biblia o porque ésta lo hace de forma
sobreentendida, se convierten en "materia gris". Digo, porque no es ni
blanco ni negro, sino gris. Está pero no está. Es decir sí, pero no.
Estos grises
entran en el terreno de lo que podríamos de alguna manera llamar –y
solo por ponerle alguna etiqueta– "extrabíblico" y, por lo tanto, están
subordinados a la conciencia o al ejercicio práctico-cotidiano del
cristianismo, la legislación eclesiástica o a las convicciones y
pareceres de los líderes de turno, incluso. También existen temas que
pese a estar específicamente mencionados, se han tergiversado por la
tradición o han sido víctimas de la mala interpretación bíblica, la
influencia pagana o, como ya mencioné, de los intereses personales.
Pero no
temáis: por más que mis dedos me arrastren a ello, no me ocuparé de
enumerar todos y cada uno de esos puntos grisáceos, como
por ejemplo, "no os droguéis", "no fuméis", "no bailéis pega'o", "no
seáis ludópata", "morirá por apedreamiento aquél que practique el
bullying"… ¡No pues! Si fuese así, Moisés hubiese tenido que escribir
el Deuteronomio hasta el día de su muerte y continuaría hasta el día de
hoy... Poblechito L
Este post se trata de nosotros: de ti, de mí, de ellos…
Hace años que vengo observando con
detenimiento un síndrome al que he bautizado como "descerebramiento
voluntario posconversión evangélica", el mismo que consiste en
renunciar voluntariamente a la libre capacidad de razonar, de tener
opiniones y convicciones personales y de tomar decisiones por sí
mismos, así como también aceptar toda clase de normativas y reglas sin
la menor oposición –aunque éstas sean contradictorias o descabelladas–,
someter cada aspecto de la vida a la sacro-santa estructura evangélica
o vivir pisando cáscaras de huevo so pretexto de "aprobación
pastoral", entre otras perlas. Un síndrome que, tristemente, no se puede
atribuir a algún tipo de lavado cerebral, de reprogramación, de
reingeniería o porque pegó, inoportunamente, un rayo en la cabeza.
Menos aún, a la proliferación de doctrinas enrevesadas, visiones
fantasiosas, a la sancti ordinis1
jerárquica cristiano-evangélica o a los apocalípticos tiempos del fin.
No, señores.
Este es asunto, enteramente, de responsabilidad personal.
Tal vez les
confunda –o les pare los pelos– esta premisa, tanto como a mí me
sorprende comprobar, una y otra vez, que todo esto es triste, pero
cierto. Y, acaso, después de leer estas líneas, les desconcierte caer
en cuenta –como yo, cuando tomé la pastilla roja y salí de la Matrix–
que se encuentran dentro de ese apretujado saco de cristianos con
auto-atrofia neuronal (es que ya saben lo que se dice: "lo que no se
usa, se atrofia"J).
Me he
preguntado durante todo este tiempo el "porqué rayos" del fenómeno
"abandono el cerebro en la puerta de la iglesia". He buscado, con
ahínco y dedicación, respuestas lógicas e ilógicas, sensatas o que
rayen en la locura, paradójicas, y confieso que aunque he quemado una
gran cantidad de mis neuronas normofuncionantes, aún no logro entender
porqué la gran mayoría de evangélicos, por no decir casi todos,
han renunciado tan insensatamente al libre uso de su materia gris. No
lo comprendo, porque, ¡vaya!, si Dios no quisiera que usemos el cerebro
no se habría esforzado tanto en crear una sofisticada e intrincada red
de neuronitas con tan enorme potencial e infinitos recursos, para que
finalmente, nosotros, dejemos de usarlo sin ton ni son. Que absurdo.
Si lo pensamos un poquito, los evangélicos están
autorizados a tomar decisiones en cualquier ámbito, llámese trabajo,
estudios, familia, menos en la iglesia. Es más, corrijo: esas
decisiones personales que corresponden al normal ejercicio del ser
humano, aunque se trate de personas adultas, están subordinadas a la
aprobación y supervisión de las autoridades eclesiásticas. Es como si al
cruzar la puerta de entrada, se activara este "virus" en el software, y
éste a su vez, un comando que indujera a un fallo generalizado que
provocara un movimiento reflejo de desmantelamiento del hardware cerebral, para
finalmente abandonarlo y quedar voluntariamente incapacitados para
pensar, razonar, deliberar, debatir o usar un don muy divino que se
llama sentido común, que son "los
conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad
y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata
de la capacidad natural de juzgar
los acontecimientos y eventos de forma razonable. Este sentido
suele ser mencionado como una capacidad natural de las personas que no
requiere de estudio o investigaciones teóricas, sino que surge en la
vida cotidiana a partir de las experiencias vividas y de las relaciones
sociales."2
Creo
que está clarísimo. Pero por si acaso explico para dummies: sentido
común es eso que te dice "Peligro: no metas el dedo al enchufe".
Como que no hay mucha ciencia en eso ¿no?
Este don, es tan
importante que la Biblia nos exhorta a no abandonarlo y si lo hacemos,
debemos estar prevenidos de las no pocas consecuencias:
"Hijo
mío, no pierdas de vista el sentido común ni el discernimiento.
Aférrate a ellos, porque refrescarán tu alma; son como las joyas de un
collar" –
Proverbios 3:21-22.
"Las palabras sabias provienen de los labios de la
gente con entendimiento, pero a los que les falta
sentido común, serán castigados con vara" –Proverbios 10:13.
"La persona que se aparta del sentido común
terminará en compañía de los muertos" -Proverbios
21:16.
"Escucha, gente necia y sin sentido común, que
tiene ojos que no ven, y oídos que no oyen…" – Jeremías 5:21.
Pero, con todo y
esas advertencias, lo abandonan, renuncian a su sentido
común y lo peor de todo, y probablemente lo más aberrante, es que lo
hacen, como repito, por voluntad propia y sin el menor asomo de lástima
o arrepentimiento y a mucha honra. Porque a nadie, hasta
donde tengo entendido, se le ha puesto una pistola en la cabeza,
amarrado a un árbol o hecho cosquillas en los pies.
Despojados
de toda voz, razón, lógica, convicciones personales y sentido común, es
poco probable –por no decir imposible– que exista una relación sana
entre la iglesia y sus miembros. Es más bien, una relación disfuncional.
De tal manera que los miembros viven en círculo de
temor irracional, inverosímil, en el que predomina el verticalismo, la
mentalidad de cerco y las relaciones codependientes de todo tipo y en
toda esfera, la mayor parte del tiempo promovidas y alentadas desde el
alto clero – y que lamentablemente se replica hacia las autoridades de
menor jerarquía y al ámbito familiar, inclusive- quienes a su vez se
alimentan de estas relaciones insanas (a sabiendas o no, pero con mucho
gusto porque creen estar actuando "según Dios").
¿Por qué?
No estoy del
todo segura, pero a manera de teoría podría ensayar lo siguiente:
Es más fácil
dejarles la responsabilidad de nuestra propia vida a otros. Al
inhibirnos de tomar decisiones, dejamos de asumir las consecuencias que
de éstas devienen y nos libramos de culpa. Es decir, trasladamos la
carga que nos corresponde por nuestras decisiones.
Es menos
agotador no tener que reflexionar.
Es más cómodo que sean los otros quienes distingan por
nosotros el bien del mal, que nos digan que hacer. Es más simple no
tener que examinar nuestros caminos.
Con dejadez –por
no decir flojera de escudriñar las Escrituras con sentido común y
pensamiento crítico– nos sometemos dócilmente al verticalismo jerárquico
evangélico –que traducido es: "yo soy el pastor y tú la oveja, yo
estoy arriba y tú estás abajo"–. Las autoridades –pastores, líderes,
guías y similares– con esa mentalidad levantan un muro alrededor de la
congregación con normativas y reglas, muchas veces, antibíblicas,
aderezadas con generosas raciones de temor y todo con la anuencia de
las meee meee… digo, ovejas.
En ese contexto de
falsa espiritualidad, estas, mal llamadas,
autoridades subyugan a las sumisas lanuditas a su mentalidad de cerco,
cuyo argumento, que de bíblico no tiene nada, suena más o menos así:
"El mundo es
malo, todo afuera es peligroso, la iglesia –léase nuestra
congregación– es el único lugar seguro, solo bajo nuestro
"cuidado" te irá todo bien. Aquí no hay maldad. Solo aquí dentro están
protegidas de las amenazas mundanas. Solo serás bendecido si te sometes
a nuestros principios, nuestro orden y nuestra
opinión. No luches. Te estamos observando por tu bien".
¡Qué cosa para más
ilusa! (como siempre digo, utopías, solo en los libros).
Solo
para muestra, un botón: "Todos los feriados y fiestas importantes debe
organizarse una actividad en la iglesia y todos los miembros deben
acudir. No debe, por ningún motivo, ir otros sitios, para eso
es la actividad en la iglesia y de hacerlo, deben informar
detallada y minuciosamente. Además, de ser autorizados, deberán
estar acompañados de algún hermano/a, que se haga responsable".
¿No es esto
bastante fariseo?
Y
después nos quejamos de que "los de afuera" no quieran entrar. Nos
tildan de sectarios porque lastimosamente lo somos.
Este
cerco de reglas y legislatura establecen, mucho más allá de lo
bíblico, políticas restrictivas que tienen como única finalidad ejercer
un control insano sobre lo que se piensa, se dice o se hace, según su
parecer de lo que es "cristianamente correcto" y lo
que es correcto lo dicta su propia interpretación de las Escrituras, su
conciencia, su pasado, su ética y valores personales, incluso su
inclinación política, su carácter y temperamento. Por ende, los
miembros no tienen un norte fijo, no saben a ciencia cierta de qué
manera actuar o qué decisión tomar –sean o no zonas grises – y viven
reprimiendo sus emociones, sentimientos, gustos y convicciones, por
temor a caer en lo que ellos consideran "pecado de rebeldía" –argumento
con el que son manipulados constantemente- y sufrir represalias,
desaprobación y/o censura, tanto de sus autoridades como de su
comunidad y, como además se mueven y estructuran su vida dentro de esa
burbuja, son consumidos por el miedo y son despojados de
su libertad, cosa por demás antibíblica, porque "…Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense de
permanecer libres y no se esclavicen de nuevo a la ley" – Gálatas 5:1.
Cuando se
tergiversa el sentido y propósito primigenio de la autoridad espiritual
–de ambos lados-, se crea un sistema jerárquico disfuncional,
antibíblico. Donde para darle algún tipo de peso místico a estos puntos
grises, indefectiblemente, se invoca el santo nombre de un superior,
aunque este superior no haya dicho nada – o tal vez, sí-, es decir "se
toma posturas o decisiones en base a lo que presume que quiere la
persona más importante." 3
Ojo, al piojo: no
critico ni fomento la abolición de autoridades o que no deba existir un
cierto nivel de estructura, de organización y planeamiento
estratégico. Es, más bien, todo lo contrario y nada tiene que ver con
denominaciones o ser una iglesia "grande o pequeña". Dios
nos exhorta a tener orden. Pero un orden sabio, un orden cuyo
principio sea el AMOR y no el temor o la opresión.
Desglosando un
poco y llevándolo ya hacia la vida real, enumeraré tan solo algunas
señales que podría indicar una relación "iglesia-miembros" enfermiza:
- Dado
que éstos los líderes son considerados como los portavoces de la
"versión oficial" de la interpretación bíblica, sus opiniones, convicciones
y decisiones son incuestionables. En vista de esta aparente
"infalibilidad", el líder se convierte en juez
y parte -porque son "puestos por Dios"-, asumiendo un papel que le
otorga el derecho divino de subordinar las decisiones
personales de sus miembros, como por ejemplo, matrimonio, trabajo
secular, servicio ministerial, crianza etc., a su parecer y aprobación,
y se les debe obediencia absoluta, sin la menor crítica o
cuestionamiento, so pena de ser tenidos por "rebeldes" y
ser discriminados –apartados, censurados- de la comunidad cristiana.
Tienen además el derecho de usar la culpa, la amenaza, el temor, como
armas para amedrentar y frenar cualquier intento de insubordinación o
de abandonar la iglesia o grupo, y de hacerlo, se van sin "la
bendición".
- Hay
un ambiente predominantemente controlador –hay que pedir permiso, dar
detalles privados, someter tu agenda - de vigilancia
permanente, con énfasis en normativas y reglamentos
basados en interpretaciones personales así como a las convicciones y
pareceres de los líderes (bien Nazi, ¿no?).
- El
principio igualdad entre miembros de la Iglesia de Cristo, es casi
nulo, por no decir inexistente, salvo entre pares (pastores con
pastores, líderes con líderes). Se ha instalado, en la práctica, un
sistema de castas: el clero y el pueblo. Un sistema de origen pagano y
régimen totalitario.
- No
se enseña la sana doctrina. La Palabra de Dios es manipulada, sacada
fuera de contexto, acomodada y estirada como chicle goma, para
adaptarla a sus doctrinas, argumentos, al parecer y
convicción del predicador, maestro, pastor o líder. Por ejemplo: "no
toqueís a mis ungidos" (Salmos 105:15, RV 1960) se usa fuera de
contexto y para apoyar la falsa enseñanza de que a los pastores o
líderes -quienes además creen ser portadores de una medida extra del
Espíritu Santo- no se les debe "tocar" que quiere decir,
cuestionar, criticar, desobedecer. Cuando en realidad éste hace
referencia, en contexto, a todo el pueblo de Israel como "los ungidos"
no a un líder en forma específica. Además, si
eres un cristiano nacido de nuevo, entonces tú también eres el ungido
de Dios (Joel 2: 29, 1 Juan 2:27, 2 Corintios 1:21,
Gálatas 3:28).
En fin. Un
largo etcétera, que en vista de lo dicho no voy a revisar.
Todo lo expuesto tiene un nombre y se llama: ABUSO
ESPIRITUAL y yo podría agregar: CONSENTIDO.
Sí, ABUSO ESPIRITUAL CONSENTIDO, porque nosotros mismos lo
promovemos, nosotros mismos lo buscamos, nosotros mismos lo aceptamos y
encima, nos gusta. Esa es la realidad en nuestras iglesias.
Por eso,
como dije, este post se trata de ti, de mí, de nosotros.
Convertirse en víctimas de este abuso espiritual
consentido es decisión de cada uno. Dejar de serlo, también.
Porque
sabiendo lo que sabemos y si no lo sabías ya lo sabes, tenemos la
responsabilidad, el deber y derecho, de tomar cartas en el asunto.
Porque
ser miembro de una iglesia no es un cheque en blanco. Y no me
malinterpreten que de ninguna manera estoy fomentando la sublevación ni
estoy organizando un mitin. Estoy, simplemente, animándolos a actuar
con la responsabilidad y seriedad que nuestro Señor espera de nosotros
frente a cualquier viento de doctrina, líder o aparecido del cielo, es
decir, escudriñando las Escrituras siempre, sometiendo toda enseñanza y
doctrina al filtro de la Palabra de Dios - sea de quien sea la
enseñanza, salga o no salga en la televisión, tenga una congregación
grande o chica, escriba o no escriba libros, sea o no nuestra autoridad
superior- usando en todo momento y con libertad nuestro sentido común,
nuestra lógica. No dejar de decir lo que pensamos, no dejar de actuar
de acuerdo a nuestras convicciones, no agachar la cabeza ante cualquier
régimen donde nuestra libertad esté seriamente
restringida, donde el poder se ejerza por medio del temor, la amenaza y
la vigilancia, donde la palabra de un hombre suene más fuerte que la
palabra de Dios y la "bendición" – que tan solo la puede otorgar Dios y
nos la da lo merezcamos o no, osea es por gracia- está sujeta a la
obediencia y sumisión a un ser humano tan imperfecto como tú y como yo.
Moraleja:
Después
de muchos años de vivir en ese círculo interminable de temor y caer en
cuenta que no es lo que Dios quiere ni pensó para mí, hoy, al
entrar a la iglesia, nunca olvido de llevar….mi materia gris.
Sí pues, aunque me excomulguen.
La
Rorra
"El propósito de mi instrucción es que todos los
creyentes sean llenos del amor que brota de un corazón puro, de
una conciencia limpia y de una fe sincera" – 1º Timoteo 1:5
1 Del latín: santa casta.
2 Alvira Domínguez, R., «Sentido común», Gran Enciclopedia Rialp
3 Estilo Management, Diario Gestión, 30.04.12, pag.30
Nota: Todas las citas Bíblicas, salvo la mencionada, pertenecen a la NUEVA TRADUCCION VIVIENTE.