El pasado domingo un joven vino a verme después de la reunión. El es el
tipo de persona que llega de vez en cuando y luego se desaparece por temporada.
Lo que creo que pasa es que el va de congregación a congregación escuchando
sermones y buscando respuestas. El dia que visito me pregunto si yo podría ayudarle
a sobrepasar un fallo en su vida, y esto aun esta en su vida. El me dijo que su
mayor problema es que no cree en el mismo. Me pregunto: “¿Podria ayudarme a ser
exitoso?”
Le pregunte si era cristiano, a lo que me respondio: ¿Tengo que ser
cristiano para ser exitoso? ¿Me dice que todos esos que son exitosos alla
afuera son exitosos? ¿Acaso no hay principios generales que puedo aplicar a mi
vida, siendo cristiano o no, que me catapultarían al éxito? Yo le rete a
contestarte a si mismo. Despues de todo, estaba seguro que ya el había ido
alrededor de conferencistas motivacionales para que sus respuestas sean
contestadas.
El me dijo: “Eso es un problema. Me han dicho que estos principios
existen y los probe. Trabajan por una época y luego vuelvo a ser el viejo yo. Yo
quiero encontrar una formula la cual me lleve al éxito y no volver atrás, a
donde no creo en mi mismo”. Para hacerles el cuento corto, le persuadi de su
necesidad de reconciliarse con Dios y que esto le ayudaría a romper con la frustración
que Dios tiene a los pecadores sin reconciliación.
Le di un folletito a leer que se llama Que es un cristiano bíblico. Cuando nos encontramos al próximo dia,
me confeso que se sintió frustrado porque el folleto no le decía lo que el quería
escuchar. “Lo que quiero escuchar es algo que me ayude a ser exitoso. Este
libro no dice nada de esto”. Le repeti lo que le dije anteriormente. Lo que el
no necesita es creer en si mismo sino en El Salvador enviado del cielo. El
necesita perdón como fundamento en su vida.
Ayer, un miembro de nuestra congregacion me dijo que se lo encontro en
el mercado local. El tenia dos libros en sus manos. El primero era el que yo le
di y el otro era uno de Joel Osteen. El le dijo a el miembro: “El Pastor Mbewe
me dio este libro pero no me gusta porque me hace sentir culpable”. Prefiero este porque el de Joel Osteen me levanta. Me motiva”. Esto me preocupo
muchisimo y decidi escribir algo en torno a la maldicion de las conferencias
motivacionales.
Tristemente, los conferencistas motivacionales se han hecho la dieta
fija de muchos pulpitos evangelicos. El mensaje que se oye es: “Dios ha puesto
el potencial en ti y todo lo que necesitas es creer en ti mismo para abrir ese
potencial. Ten una gran visión y vive esa visión. Tu eres un hombre o una mujer
de destino y el cielo es el limite para ti. No dejes que tus fallos pasados se
interpongan en tu camino al éxito. Mira por encima de ellos, asi como Jesus
mira por encima de la cruz y por eso la vencio. Tu eres cabeza y no cola”.
Hay que hacerse una pregunta ante la abundancia de los motivadores: “¿Cómo
los predicadores del Antiguo y Nuevo Testamento predicaban?”. Si resumimos la predicación
de Noe, Moises, Elias, Isaias, Jonas, Pablo, Pedro y otros, ¿sera el mismo
mensaje que escuchamos hoy? No lo creo. Los conferencistas motivacionales piden
palabras prestadas de estos hombres, pero pedir palabras prestadas de una
persona no te hace ser esa persona. Un texto fuera de contexto hace tremendo
pretexto.
Mi mayor problema con las charlas motivacionales es que reducen a Dios a
las añadiduras antes que a un fin. La humanidad no ha sido hecha para entender
que la naturaleza del pecado basa en el YO (en ingles SIN se basa en I que es
yo). En vez de eso, los motivadores alimentan ese ego y apuntan a Dios como el
que es quien te intoxica con esto. ¡Eso es mentira! Es Dios quien debe ser el
centro de nuestras vidas. El cristianismo demanda un morir a ti mismo, a llevar
tu propia cruz y a sufrir asi como sufrio nuestro Amado Salvador.
Cuando yo escucho motivaciones, me parece escuchar el mensaje que dice “paz,
paz”, cuando no hay paz. Me suena a como un medico asegurándole a un paciente
de cáncer terminal en la fase terminal que no se debe de preocupar ya que todo
va a estar bien si cree en si mismo. ¡Esta persona esta muriendo, por favor!
Este es el nivel de insinceridad de un predicador que sabe que la paga del
pecado es muerte (Romanos 6:23), y que en vez de eso lo que hace es enviarlos
al matadero pero haciéndoles sentir bien.
Los motivadores hacen sentir bien a la gente, mientras el evangelio les
hace sentir mal hasta que encuentran a Cristo. La verdadera predicación tiene
que hacer a la gente enfrentarse a que viven en rebelión contra Dios y que
tienen que arrepentirse o morirán. Es solo cuando alguien grita: “¿Qué podemos
hacer para ser salvos?” (Hechos 2:37, 16:30) que entendemos que la predicación ha
sido verdadera y les dio las buenas noticias de que “Todo el que clame el
nombre del Señor será salvo” (Romanos 10:13).
Las conferencias motivacionales son un atentado a matar un león al
ataque con una pistolita de balines de salva, usando habas cocidas, sazonadas
con las mejores especias aromáticas. Este aroma puede hacernos saborearnos,
pero es totalmente inútil contra esta bestia feroz. Los hombres y mujeres que
no han venido a Crsito están muertos a sus delitos y pecados. Exitandoles con
palabritas suaves no les darán vida. Ellos necesitan la ley para matar sus
orgullos caidos y el evangelio de Jesucristo es lo que les hace tener vida.
Yo se que las conferencias motivacionales estan llenando muchos
edificios de congregaciones hasta que se hagan casi estadios de futbol. En este
mundo de miseria y caché a veces es necesario un poco de motivación. Pero, ¿es
eso todo lo que somos llamados a hacer como predicadores? ¿Qué bien es para la
gente ser motivada e inspirada y luego volver a sus casas a vivir sus vidas hipócritas
y llenas de pecado? Tristemente esta es
la norma en tantas iglesias evangelicas. Las iglesias han sido llenas a capacidad
con gente determinada a tomar pecado como si fuera agua toda la semana.
Las conferencias motivacionales no son predicacion biblica. Es un escape
del verdadero evangelismo. Es llenar las iglesias con gente muerta que han sido
dichas que vivan como si tuvieran vida. Necesitamos volver al evangelio
original, el que daba vida a los muertos y ponía al cautivo en libertad. Como
Pablo el del viejo y verdadero evangelio, cuyo pulpito gritaba el mensaje de
arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo (Hechos 20:21). ¡Seamos
libres de la maldición de las motivaciones!