viernes, 18 de julio de 2008

Por que adoramos (Completo-las 3 partes): Apostol Rony Chaves-Proyecto Adoracion Continental

Nota: Los uni los 3 en uno para que sean de bendicion. Pero se pueden encontrar en el enlace abajo solo cambiando la letra entre los parentesis a b y c para verlos aparte.

http://www.adoracioncontinental.com/docs/Proyecto_Apost_Prof_2006_Parte-(04-a).doc


A: POR QUÉ ADORAMOS


Por el Apóstol Rony Chaves

El apóstol Juan escribe en una de sus cartas a la Iglesia:”os escribo a vosotros padres; porque conocéis al que es desde el principio” I de Juan 2:13.

Juan en su primera carta habla de niveles de crecimiento espiritual y define cada uno de estos según las experiencias alcanzadas en su relación íntima con Dios. El asigna la categoría de padres a aquellos que conocen verdaderamente a Dios, principio y fin de todas las cosas. El apóstol recalca una verdad profunda de adoración: que esta cobra un alto nivel o categoría según el adorador entienda Qué es adorar, a Quién debe adorar y Por qué debe adorar. La más excelente adoración debe tener impresas esas revelaciones. En este capítulo, estudiaremos razones de peso que nos deben mover a adorar a Dios con lo más sublime de nuestra exaltación.

I.- ADORAMOS A DIOS PORQUE DIOS ES DIGNO DE ADORACIÓN.

Sólo Dios califica para ser Dios. Él posee atributos que ninguna criatura, visible o invisible pueda tener jamás. Él es el Único que posee tal grado de competencia y dignidad para ser reconocido como Deidad. Sólo a Él podemos dar gloria, nos enseña La Palabra.

Dios es el origen y causa de todo. El apóstol Juan en el Apocalipsis nos señala razones para darle a Dios tal distinción “Señor, digno eres de recibir la gloria, y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” Apocalipsis 4:11.

Adoramos a Dios porque Él es el Creador Omnipotente. Cada criatura fue diseñada para responder ante Él en adoración. David dijo: “Todo lo que respire alabe a Jehová”. Aleluya.

El adorador ferviente tendrá presente que Dios siempre será digno de adoración y enfocará su vida y ministerio en exaltarle. Las circunstancias o el ambiente no ahogará la llama del amor por Él. Dios será siempre el mismo, Su Dignidad no pasará, Él por las Edades es el Señor.
Esta es la adoración madura, excelente y espiritual. Se requiere revelación divina para adorarle como Él sólo merece.

Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya fruto,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación
Habacuc 3:17-18

Sólo Dios es Digno. Este es motivo suficiente para adorarle postrados a sus pies.¡Aleluya!

II.- ADORAMOS A DIOS PARA ATRAER SU PRESENCIA.

Dios busca adoradores, dijo Jesús. El Padre anhela tener adoradores que le adoren en espíritu y en verdad.
Él siempre vendrá al encuentro de un adorador. Su Presencia maravillosa se manifestará siempre donde se le adore con entendimiento. Y es Su Presencia lo que cambia al hombre, restaura familias y sana y liberta a los cautivos, amén. Es Su Presencia lo que más debemos amar y buscar. Con Él lo tenemos todo; sin ÉL no tenemos nada.
No hay manera más viable para atraerlo a Él que amándolo en genuina adoración. Él siempre vendrá al encuentro de sus adoradores.

David como profeta lo sabía (I de Crónicas 15). El quería gobernar su nación con Dios como su cobertura. El se preocupó por traer el Arca del pacto a Sión, lo cual hablaba de su actitud correcta para acercar a Dios a Israel. El rey sabía que lo más importante para su vida, reinado y ministerio era que la Presencia de Dios caminara con él. Moisés lo expresó en Éxodo 33, firme y contundentemente así: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”. El profeta de Israel sabía que lo que su pueblo necesitaba era a Dios.
En el mismo capítulo donde él nos narra de cómo el Señor está indignado con Israel y ya no quiere ir más con ellos, también nos muestra el camino para atraer al Señor. Moisés sacó su tabernáculo fuera del campamento pecador y adoraba a Jehová. Dios respondía a su ungido ante los ojos del pueblo, acercándose a él en una columna de nube y le hablaba cara a cara muy íntimamente.

Dios es omnipresente y está en todo lugar y contempla todo lo que sucede bajo el sol, pero Su Presencia manifiesta tiene que ver con la demostración de Quién es Él en un determinado momento, lugar, propósito y circunstancia. Su presencia manifiesta vendrá a nosotros cuando le adoremos con la “más excelente adoración”.

III.- ADORAMOS A DIOS POR SU MAJESTAD.

Majestad es realeza, grandeza y señorío. Todo esto señala autoridad, gobierno absoluto, primer lugar en todo y dominio total. Dios es la Máxima Autoridad, el Poderdante Máximo. Él es el Señor, Amo y Dueño del Universo . Sólo ante Él nos doblamos y adoramos. Su Reino es Eterno y Su Señorío por todas las generaciones. Lo mejor es para Él. La adoración más excelente debe serle brindada reconociendo que lo mejor, lo más grato y lo más especial de cada uno de sus adoradores debe ser para Él, solamente para Él, la Majestad de las Alturas. Amén.

IV.- ADORAMOS A DIOS PARA “ATRAER SU GOBIERNO”

No podemos separar a Dios de Su Gobierno. Él es el Rey Soberano de Su Reino. Cuando le atraemos a Él, atraemos Su Gobierno, Su Reino. El apóstol Pablo afirma que el Reino de Dios consiste en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. La forma de acercar a la tierra la justicia o el derecho o la legalidad de Dios, es a través de la adoración poderosa. La paz, el dominio propio y la mansedumbre del Espíritu sobre ciudades enteras viene, cuando Dios es atraído por la exaltación de Su pueblo. El gozo, la alegría y el baile festivo, llenan a un pueblo cuando el Reino del Señor se establece con la adoración fervorosa al Dios Viviente. Amén.

Es sólo con el Gobierno de Dios, con su rectitud, su justicia y su paz que las naciones serán bendecidas plenamente. David lo entendió a cabalidad y se esmeró por brindarle a Jehová la adoración más excelente jamás brindada. Extrajo del corazón del Padre las formas más diversas en que el corazón de la Divinidad sería halagado con la alabanza.
David como rey, se llenó de hombres entendidos en las señales y los tiempos, pero sobre todo, de Jehová su Dios. David estableció músicos y cantores por turnos para ministrar continuamente al Señor en el santuario. El sabía que una adoración fresca y ardiente, tocaría el corazón del Padre y eso provocaría que Su Presencia descendería para el lugar o nación donde se le adorase. David sabía que si adoraba a Dios con Israel, Jehová sería atraído y entronizado. Esto garantizaría que Dios guiaría los destinos de Israel y que el Gobierno del Señor sería el que se implantaría en la nación judía. Aleluya.
Bajo una adoración excelente, David sería el rey terrenal en Israel; pero Jehová sería el Rey y Señor sobre él y la tierra. Esa fue la garantía de sus largos años de reinado en plena victoria. Dios fue atraído a Israel por sus alabanzas y su Gobierno estaría por sobre todo gobierno y señorío de la tierra.

Si adoramos a Dios con gozo, Su Gobierno, Su Reino, Su Autoridad nos regirán con justicia y equidad por siempre. Este fue el secreto de David. I de Crónicas 16:7-36.


V.- ADORAMOS A DIOS PARA TRAER LA “VOZ DE DIOS”

La gran necesidad del pueblo de Dios es una: la Presencia de Dios y con ella Su Voz. Como nunca antes la Iglesia necesita oir a Su Voz. La consumación de los planes divinos y el trabajo ungido y eficiente del pueblo del Señor para edificar Su Obra, dependerá siempre de la habilidad que la Iglesia tenga para oír La Voz o La Palabra del Altísimo.

En la antigüedad era una práctica común entre los profetas, utilizar la música para atraer al Espíritu de Dios y a través de Él, la Voz del Señor.
Los tañedores, instrumentistas o tocadores de arpas y flautas eran necesarios entre las compañías de profetas para elevar el espíritu del grupo y provocar una visitación divina sobre ellos. Esta visitación del cielo, provocaría la activación de dones espirituales, ya fueran de revelación o vocales, los cuales traerían a la asamblea, la Palabra y Voluntad de Dios.

Una adoración profunda o la más excelente adoración elevada al Creador, nos dará o llevará a una cada vez más profunda revelación del plan divino. Gloria a Dios.
Si adoramos con fervor, atraeremos ineludiblemente su maravillosa Voz.


B: POR QUÉ ADORAMOS

Por el Apóstol Rony Chaves

El apóstol Juan escribe en una de sus cartas a la Iglesia:”os escribo a vosotros padres; porque conocéis al que es desde el principio” I de Juan 2:13.

Juan en su primera carta habla de niveles de crecimiento espiritual y define cada uno de estos según las experiencias alcanzadas en su relación íntima con Dios. El asigna la categoría de padres a aquellos que conocen verdaderamente a Dios, principio y fin de todas las cosas. El apóstol recalca una verdad profunda de adoración: que esta cobra un alto nivel o categoría según el adorador entienda Qué es adorar, a Quién debe adorar y Por qué debe adorar. La más excelente adoración debe tener impresas esas revelaciones. En este capítulo, estudiaremos razones de peso que nos deben mover a adorar a Dios con lo más sublime de nuestra exaltación.


VI.- ADORAMOS A DIOS PARA SER MADURADOS EN NUESTRO ESPÍRITU.


Uno de los grandes desafíos a la Iglesia de Cristo al acercarse a un nuevo milenio es su maduración. Cristo viene pronto, nos anuncian los profetas actuales y la Biblia. Él viene por una Iglesia madura, sin mancha y sin arruga o cosa semejante. Necesitamos que el pueblo de Dios y su liderazgo sea madurado y que el fruto del Espíritu sea producido profusamente. La madurez es carácter, equidad, equilibrio, rectitud, santidad y gobierno de Dios en nuestras vidas. La Iglesia necesita ser madurada, forjada en el crisol de la obediencia y del sometimiento a Dios, a Su Palabra y a Sus diseños.
Esta madurez no se alcanza necesariamente con los años en el Señor, sino por el tiempo que permanezcamos en Su Presencia a través de la adoración. La madurez nos llega aceleradamente al estrechar la relación personal con Jesús. Sólo adorándole y sentándonos por horas a sus pies, nosotros iremos siendo trabajados por el Espíritu Santo para dar fruto abundante, para producir carácter divino, el carácter del Hijo de Dios. Amén.

VII.- ADORAMOS A DIOS PARA SATISFACER EL ANHELO DEL DIOS PADRE.

Me emociona saber que mi Dios tiene anhelos y que yo puedo satisfacer algunos de ellos. En el libro de San Juan, Jesús nos da una profunda revelación de lo que el padre busca. Jesús nos revela el secreto en el capítulo 4 y en el verso 24. Él afirma:”El Padre busca adoradores”. Por sobre todas las cosas, mi Dios desea tener hijos adoradores que le exalten a Él en espíritu y en verdad.
Este es su gran anhelo. Cuando nosotros le adoramos amorosamente, Él se regocija, Él se siente halagado. Aleluya.

La gran búsqueda que Jesús vino a hacer en el planeta no era tan sólo de pecadores, sino también de adoradores. Él vino a buscar y a restaurar lo que se había perdido en la rebelión de satanás: la adoración unida y armoniosa de toda la creación. Jesús vino a restaurar, a establecer otra vez una adoración universal al Todopoderoso. Cuando la Iglesia ministra al Señor como Novia Adoradora, el cielo se conmueve y se llena de alegría. Lo más sublime y agradable que podemos dar a nuestro Padre para honrarle y satisfacer Su corazón es una caliente, fervorosa y continua adoración. Amén.

VIII.- ADORAMOS A DIOS PARA VER LA GLORIA DE DIOS.

La gloria de Dios tiene que ver con la manifestación de las cualidades, atributos y perfecciones del Señor. Su gloria, tiene que ver con sus excelencias y manifestaciones poderosas. El profeta Ezequiel en el capítulo 1 de su libro, tiene una gran visión de la gloria de Jehová, simbolizada en un poderoso fuego envolvente que se aproxima a él desde el norte. En medio de ese fuego, surgen los seres vivientes o querubines que reflejan la gloria de Dios. Ellos tienen cada uno alas, muchos ojos y cuatro caras (hombre, buey, águila y león). Las figuras usadas para representar la gloria del Señor son símbolos proféticos que destacan rasgos y atributos propios de la personalidad del Creador Omnipotente. La gloria de Dios tiene que ver con evidencias y demostración de lo que Dios es.

La adoración ferviente de la Iglesia “enciende” el ambiente provocando la manifestación de Su persona gloriosa en medio de Su Pueblo.
Esta manifestación tiene que ver con Su Amor, Su Misericordia, Sus Milagros y Su Poder.

Si algo impactó a Israel en la antigüedad fue la manifestación de esa gloria divina ante ellos de día y de noche, ya fuera como una nube sobre el tabernáculo o como una columna de fuego. Éxodo 33 nos muestra como la adoración de Moisés atraía a Dios y Él manifestaba Su gloria visible y audiblemente ante todo Israel.

Hoy, Dios quiere manifestarse y demostrarse ante las naciones de la tierra. La Iglesia y su adoración han sido los vehículos escogidos para lograrlo. Una adoración vigorosa y profunda, Cristocéntrica y muy espiritual acercará a Dios y Él se demostrará a Sí Mismo como el Único y Sabio Dios.

La adoración trae Su manifestación, no lo olvidemos nunca. Amén.


IX.- ADORAMOS A DIOS PARA DESATAR EL MOVER PROFÉTICO DEL SEÑOR

El espíritu de profecía y su operación es tan importante en la Iglesia hoy como lo fue ayer. Pero la base para dicho mover debe ser pre-establecida en la Casa del Señor, a través de una adoración de muy alto nivel. El Espíritu Santo obra con libertad en una atmósfera cargada de alabanza y adoración. Él se mueve proféticamente en un ambiente de humildad, reverencia y exaltación al Padre. La revelación divina fluye a sus siervos en la comunión íntima que resulta de una adoración también muy íntima.
La unción necesaria para el mover profético de Dios, surge o se desata a través de la adoración. Este mover profético de fresca unción, dirigirá a la Iglesia en estos tiempos postreros, preparándola para la Segunda Venida del Señor Jesús. Amén.
Lo profético, lo del cielo envolverá la tierra cuando le magnifiquemos a Él. La adoración moverá a Su Santo Espíritu.
La adoración desatará dones, visiones y experiencias con Dios.

X.- ADORAMOS A DIOS PARA ESTABLECER EL REINO DEL SEÑOR

El Reino de Dios tiene que ver con el Gobierno, Autoridad y Soberanía de Dios. El Reino de Dios tiene que ver con el Señorío y Reinado de Cristo. Amén.

La Iglesia es parte del Reino. En ella Jesús está entronizado y Él es Señor y Esposo de ella. Jesús es el Kyrios, Amo, Dueño, Soberano y Señor Absoluto de Su pueblo. Aleluya.

El Reino de Dios es Universal y Providencial, es decir, es el Rey de todo el universo y reina sobre justos e injustos. Él les mantiene con vida aún ante su actitud pecadora y rebelde. El Reino es por los siglos, así como Su Trono es establecido por siempre. Pero Jesús enseñó que el Reino es también Redentivo y Específico en lo concerniente al hombre. Al ser humano le es necesario tener una experiencia con el Espíritu Santo, llamada “nuevo nacimiento”, para ser parte del Reino. Ineludiblemente, si el hombre quiere pasar su eternidad en libertad plena y sin condenación, debe ser redimido por la sangre de Jesús. El ser humano imprescindiblemente debe reconocer a Jesucristo y a Su sacrificio como el regalo perfecto del Padre para salvarle. Al abrir su corazón a Jesús, este hombre viene a ser parte del Reino y los beneficios del mismo le son dados. Cristo gobierna en él y Jesús es su Rey Eterno. La adoración reconoce ese Reinado de Cristo, lo entroniza en el corazón del hombre y establece las bases para la instalación del Reino en otras personas y lugares.
La alabanza pura limpia los aires de poderes malignos que moran en los lugares celestiales. La exaltación del Señor inutiliza el poder del enemigo. El salmista David dice en el Salmo 149 que inclusive cuando exaltamos a Dios desde nuestras camas, son atados con grillos y cadenas de hierro (describe un proceso espiritual), los príncipes y reyes enemigos (describe jerarcas demoníacos de alto rango). El Reino de Dios tiene que ver con poder y demostración. Jesucristo señaló que cuando el Reino está presente los demonios son derrotados. El Reino se establece en la tierra a través de la proclamación y oración de la Iglesia. Por ello el maestro nos enseñó a orar al Padre diciendo: “Venga a nosotros tu Reino”.
Pero la adoración acerca el Cielo a la Tierra. La adoración excelente atrae a Dios y a Su Trono.
Él se sienta a reinar donde se le adora y “sus faldas” allí “llenan el Templo”. Amén.

El Reino es la opción para el mundo. Todos sabemos que el Rey del Reino viene en breve. Él vendrá a través de la adoración dulce de Su Novia , la Iglesia. Él prometió edificar la Iglesia; a la Iglesia le dio la tarea de establecer con Él el Reino.

¡Iglesia, llegó tu tiempo de amores. Adórale...Amén!

C: POR QUÉ ADORAMOS


Por el Apóstol Rony Chaves

El apóstol Juan escribe en una de sus cartas a la Iglesia:”os escribo a vosotros padres; porque conocéis al que es desde el principio” I de Juan 2:13.

Juan en su primera carta habla de niveles de crecimiento espiritual y define cada uno de estos según las experiencias alcanzadas en su relación íntima con Dios. El asigna la categoría de padres a aquellos que conocen verdaderamente a Dios, principio y fin de todas las cosas. El apóstol recalca una verdad profunda de adoración: que esta cobra un alto nivel o categoría según el adorador entienda Qué es adorar, a Quién debe adorar y Por qué debe adorar. La más excelente adoración debe tener impresas esas revelaciones. En este capítulo, estudiaremos razones de peso que nos deben mover a adorar a Dios con lo más sublime de nuestra exaltación.


XI.- ADORAMOS A DIOS PARA EXALTAR AL CORDERO

Juan el Bautista fue el profeta que bajo la unción del Espíritu Santo, señaló a Jesús en el Jordán y dijo de Él: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” Juan 1:29. El término Cordero, bíblicamente hablando, tiene una connotación extraordinaria. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la figura del cordero es sumamente importante. Es quizás el símbolo profético antiguotestamentario más relevante de la Escritura. Todo el ceremonial de los judíos estaba centrado en la figura del cordero y de su sangre. El libro de Levítico enseñó a esta nación a acercarse a Jehová a través de este dócil animal. El cordero señalaba a un hombre, Jesús, el mediador único entre Dios y los hombres.

Decir Cordero es decir Plan de Dios, Redención y Vida Eterna. Decir Cordero es decir Liberación, Salvación y Perdón Divino. El Cordero de Dios es Emmanuel, Dios con nosotros. Es la majestuosa Segunda Persona del Dios Trino, que tomó un cuerpo para morir por la raza humana y darle justificación y perdón de sus pecados.
El Cordero de Dios es Cristo, el Hijo del Dios Viviente. ÉL es el Camino al Padre y Aquel a quien el Espíritu Santo nos lleva a adorar. Adorarle a Él, al Cordero, es agradar al Padre, es honrar Su Plan y Su Sabiduría Eterna. Adorar al Cordero es proclamar Su Victoria y la Victoria del Padre. Adoramos al Padre al exaltar al Cordero, porque sólo Él es Digno de recibir la Gloria, la Honra y el Honor (Apocalipsis 4 y 5). Amén.

XII.- ADORAMOS A DIOS PARA ESTABLECER LA PLATAFORMA AL MOVER DEL ESPIRITU SANTO POR EL FLUIR DE SUS DONES ESPIRITUALES.

Cuando Dios está presente en un lugar, Él se manifiesta y Él demuestra su poder. Su Reino es también demostración. La plataforma que el Espíritu Santo demanda para operar sus diversos dones espirituales entre y con la gente (II Corintios 12 y 14), se establece sólo como Él quiere.
Esa plataforma es edificada a través de la reverencia y el respeto a la Persona maravillosa del Espíritu (Él es Dios). Ante el silencio santo y la espera anhelante de Él son colocados los pilares de su mover. No es ante el irrespeto, la insensibilidad y la clara irreverencia e inconciencia de un pueblo carnal e inmaduro que Él opera. Dios es Santo; obrará ante los que le honran. Él es Rey; se moverá donde se le da el lugar debido. La adoración excelente provee de los elementos necesarios para que Él asiente Su Gloria y se mueva.

La adoración nos acerca a Él. Nos humilla, nos calla y nos postra ante Él. La adoración sumerge al adorador en la conciencia real de Su Presencia, en la reverencia total hacia Su Majestad y en el respeto profundo por Su Santísima Persona. Amén.
La adoración mata lo indecoroso, lo impuro y lo irrespetuoso; nos lleva a la intimidad y nos pone a los pies del Espíritu Santo, para que Él como Edificador de la iglesia reparta los dones como Él quiere.

En estos postreros días , el Refrigerio del Espíritu debe venir a la Iglesia como el bálsamo que ella necesita. El fresco mover del Señor debe llenar Su Casa. Los milagros, las maravillas y prodigios deben ser las señales gloriosas de Su Presencia en Su Santuario.
La plataforma del Espíritu para el mover de los últimos tiempos, tiene ya su diseño, su tamaño y forma; sólo puede ser edificado por adoradores y con el material riquísimo de la “más excelente adoración” de Su Pueblo. Amén.

XIII.- ADORAMOS A DIOS PARA SER TRANSFORMADOS A SU IMAGEN

“Nos llegamos a parecer a lo que adoramos”. Curiosamente esta expresión es una gran verdad. En el caso de los adoradores de Jesucristo esta frase es totalmente comprobable. A los primeros discípulos de Jesús se les llamó cristianos en Antioquia (Hechos), porque se parecían a Cristo en su conducta, doctrina y carácter. Al paso de los siglos, muchos hombres de Dios han sido señalados como verdaderos cristianos. Ellos han vivido vidas llenas de la unción del Espíritu y con principios de comportamiento prácticos y santos. Ellos fueron realmente cambiados por el Poder Divino, hasta ir alcanzando la estatura de Cristo.
El apóstol Pablo fue de los primeros, el dijo: “sed imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo”

La vida de adoración nos sumerge en las aguas del Espíritu. Estas aguas nos limpian, nos purifican y nos santifican. La adoración en el creyente acelera los tiempos de maduración en él y su carácter es cambiado de gloria en gloria y de victoria en victoria. Aleluya.

El fruto del Espíritu Santo, que no es otra cosa que el maravilloso “carácter de Cristo” en nosotros sigue siendo producido, es desatado con poder en el creyente según tenga una vida intensa de adoración e intimidad con Dios. Amén. Los cuatro seres vivientes que adoran a Dios ante Su trono, según Apocalipsis 4 y 5, reflejan la gloria de Aquel a quien ellos adoran. Lo que Dios es, les es impartido y estos querubines adoradores reflejan esa sobrenaturalidad y majestuosidad del Dios ante el que se postran y le dicen: “Santo, Santo, Santo”.

La Escritura nos da un vislumbre glorioso con estos seres vivientes de lo que sucede en las criaturas de Jehová, cuando éstas le adoran ferviente y constantemente (día y noche). La Biblia usa un simbolismo muy descriptivo para manifestar a través de estos ángeles la Personalidad de Dios, Su carácter Santo, Sus atributos, excelencias y perfecciones; es decir, Su Gloria. Cada querubín que se mantenía adorando de continuo ante el Trono del Señor era descrito por el apóstol Juan como un ser viviente lleno de ojos por delante y por detrás. Con muchas alas con las que volaban velozmente y tapaban sus rostros. Cada uno tenía cuatro caras, una a cada lado. Esas caras eran, un rostro de hombre, un rostro de león, un rostro de águila y un rostro de buey. Estos símbolos todos, tienen que ver con la habilidad dada por Dios para mirar hacia delante y hacia atrás (pasado, presente y futuro) por la operación del conocimiento divino en ellos (en la Iglesia, serían los dones del Espíritu). Las alas son sinónimo de velocidad, efectividad y obediencia plena. Las alas sobre sus rostros son símbolo de reverencia y respeto ante el Creador del Universo. Amén.

La cara de león simboliza realeza, autoridad y poder, así como señorío y dominio. El águila lo divino, lo celestial y eterno; sobre todo lo que viene del Espíritu. El buey representa la entrega, el sacrificio, la abnegación y la mansedumbre del Siervo Sufriente ¡Cristo!. El hombre su comunión con los humanos, Su plan redentor y Su carácter mesiánico. El hombre también representa a Jesús el Mediador y sus mejores dotes como persona. Al igual que los seres vivientes, en la adoración, Dios transforma el carácter de Su Iglesia dotándola de autoridad, realeza y poder. La Adoración con excelencia, nos trasforma a su imagen Santa. Amén.


XIV.- ADORAMOS A DIOS PORQUE ES NUESTRA PRIORIDAD MINISTERIAL.


Como mencionamos anteriormente, la ausencia de poder en la Iglesia se debe a la falla de ésta en ministrar al Señor. La adoración a Él es nuestro ministerio prioritario. De la adoración a Él y de ser revestidos de su gloria, es que le viene el poder y la autoridad a la Iglesia.

La Biblia enseña que nuestro ministerio hacia Dios es primero que nuestro ministerio hacia el hombre. Es a Dios a quién debemos ministrar primero, si realmente deseamos ser eficaces en nuestro llamado. Fuimos creados para adorar. Al ejercer sabiamente nuestro ministerio de adoración para el cual Dios nos creó, éste nos impulsará inevitablemente a ministrar a los hombres y a sus necesidades. Al adorar al Señor prioritariamente, con excelencia, amor y perseverancia, Dios mismo nos impulsará hacia los hombres, pero investidos de Su carga y de Su amor por ellos. Es a través de la adoración que Jehová nos envía luego a las gentes con Su Poder y Su Unción.
La adoración excelente debe ser brindada al ser prioridad número uno de su quehacer cotidiano por una Iglesia madura, amorosa y entendida en su llamado.
Adoramos a Dios por sobre todo porque es lo que Dios diseñó para Su Esposa, La Iglesia. Adoración es la prioridad de nuestro ministerio. Amén.

XV.- ADORAMOS A DIOS PARA CENTRAR EL CULTO EN LA PERSONA CORRECTA.

La Biblia es muy clara con respecto a la adoración; sólo Dios es digno de recibirla. El apóstol Juan recibió la Revelación de Jesucristo en la isla de Patmos, a través de ángeles. Al final de este proceso glorioso él se emocionó y se postró ante el ángel de Dios, impactado por la sobrenaturalidad manifestada por el mismo, y el ángel se lo impidió (Apocalipsis 22). Sólo Dios es digno de ser adorado. Aleluya.
El gran pecado de los idólatras es que con sus devociones paganizadas, rebajan la dignidad de Dios. Sólo Él es Dios, los demás, nada son. Son imágenes a través de las cuales satán intenta atraerse gloria para él. Sólo Dios es Digno de ser magnificado. Amén.

Tristemente existe una tendencia entre los hombres a exaltarse más de lo debido. La caída del primer hombre Adán, vino como resultado de querer ser como Dios. Desde entonces la corriente del Humanismo ha provocado de mil y una maneras la exaltación desmedida de hombres, ya sean políticos, científicos o artistas.
Estúpidamente, el hombre cegado de soberbia y vanidad, se cree dios. Más estúpidamente los hombres, cegados por la idolatría, han hecho de mortales pecadores, ídolos de barro. En ellos han fijado su aplauso, su atención y su veneración. Por ellos lloran, gritan y hacen miles de sacrificios; son sus dioses.
El gran problema es que en la Iglesia la gente inmadura e inconsciente ha perdido la perspectiva correcta. Han hecho de músicos, cantores y predicadores estrellas de teatro. Los exaltan como en el mundo y lo más grave es que estas “estrellas” se creen grandes artistas. La adoración brega con ese síndrome de Lucifer (“virus” que tuvo el diablo en su rebelión). La adoración centra el culto y devoción de la Iglesia en la persona correcta, en Jesucristo, el único que debe ser adorado. En la alabanza se exalta muchas veces al cantante, a las diversas buenas voces del coro; en la predicación nos emocionamos por la revelación del maestro o la habilidad y retórica del predicador.
En la adoración, no hay campo para exaltar al hombre y a sus habilidades. Allí no importa quién canta o quién toca la música. Sólo importa Dios. Nos centramos y concentramos en Él. La adoración nos protege de idolatrías y nos postra ante Él. ¡Bendita adoración, que nos lleva a Cristo !. Amén.