martes, 11 de septiembre de 2012

El preterismo extremo y el tiempo de la venida del Hijo del Hombre: Verdades Preciosas


Introducción

La conclusión de los preteristas extremos es forzada a partir de la errónea noción sostenida por gente escéptica en cuanto a que Cristo y sus apóstoles enseñaron que Cristo vendría mientras aún estuviesen con vida aquellos que vivían en “su generación”. Con esta conclusión forzada, las Escrituras son torcidas, atormentadas y torturadas a fin de que digan lo que ellas no dicen, para terminar enseñando una serie de falsas doctrinas fundamentales necesariamente vinculadas en el esquema preterista total. William Kelly bien definió esto como «el engaño de la parusía» y como «el sueño fantástico e impío de la escuela de J. S. Russell»; y J. N. Darby calificó a tal esquema de «herejía», como por cierto lo han hecho algunos preteristas parciales tales como Kenneth Gentry, quien se refirió a ello como «heterodoxia», lo cual, de hecho, lo es.

Examinaremos brevemente los principales puntos y pasajes que se utilizan para apoyar el falso punto de vista. Nos basamos en la interpretación literal de las Escrituras, dando, cuando corresponde, el debido lugar a figuras y al lenguaje simbólico. También sostenemos que las Escrituras del Nuevo Testamento ponen al cristiano en una postura de expectación respecto a la venida del Señor Jesús para recibir a sí mismo a los santos, sin ninguna profecía de que Cristo vendría durante la vida de los creyentes del primer siglo. Finalmente, la expresión, “la venida del Hijo del Hombre” se utiliza en el presente artículo con referencia a la venida de Cristo en gloria y poder para destruir a sus enemigos, para liberar a Israel y para establecer el reino milenario. Ésta es la segunda parte de la venida de Cristo y sigue a la septuagésima semana de Daniel. La venida de Cristo por sus santos, los que forman el Cuerpo de Cristo, constituye la primera parte de Su venida, y ella precede al inicio de la septuagésima semana de Daniel.

¿No tuvo el Señor que venir en “esta generación”?
Mateo 24:34

William Kelly apuntó:

«Mateo 16:28. Mi pensamiento es que la aplicación de estas palabras a la destrucción de Jerusalén carece de todo fundamento, y que su verdadera conexión es con referencia a la escena de la transfiguración. Ellas son consecutivas en los tres primeros evangelios; y el capítulo 1 de la segunda Epístola de Pedro trata esa escena, tengo entendido, como una manifestación del poder y de la venida de Cristo: una muestra de su futura gloria. Santiago y Pedro gustaron la muerte, el primero mucho antes de la destrucción de Jerusalén, y el segundo un breve tiempo antes.

No es correcto, como sostiene el deán Alford, hacer que η γενεα αυτη se traduzca aquí «esta raza» (algo puramente físico, o sea, la raza israelita), más bien que «esta generación», porque «la raza» de Israel no ha de pasar cuando todas estas cosas se hayan cumplido, sino muy al contrario, Israel ha de gozar entonces de su plena bendición y de su gloria como pueblo aquí abajo. La correcta fuerza y el verdadero sentido de la expresión es: «Esta (o sea, la incrédula, la que rechaza a Cristo) generación de Israel», no meramente la generación entonces existente, sino los que llevan los mismos frutos morales que aquellos que rechazaban entonces al Mesías (compárese Deuteronomio 22:5 y 20). Israel, en efecto, ha continuado hasta hoy con este mismo carácter, y así seguirá hasta después de las últimas seducciones y el juicio del Anticristo, una vez que “venga de Sion el Libertador, y aparte de Jacob la impiedad”. “Y así todo Israel será salvo” (Romanos 11:26), cuando todas las amenazas de Dios hayan recibido su cumplimiento, y que la gracia de Dios haya convertido una nueva generación, “la generación venidera” (Salmo 102:18). El alcance moral de la frase nos da simple y claramente la razón del justo juicio de Dios, debido a la sangre derramada desde Abel en adelante. El comentario de Alford contra la aplicación de la expresión a la mera generación existente entonces es sano; pero a la vez casi descalifica el propio sentido que él le da (al no alcanzar a la generación existente justo antes de que el Señor retorne). Los que ocupaban el lugar de testigos para Dios, como lo hizo Israel, no sufrieron solamente las consecuencias de su menosprecio del último testimonio de Dios en Cristo en medio ellos, sino que fueron tenidos por responsables de toda la sangre justa derramada desde el principio (Mateo 23:36-36; Lucas 11:50-51). El mismo principio se aplica a Babilonia en el Apocalipsis: “Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra” (Apocalipsis 18:24). A causa de la posición que tomó Babilonia, Dios la tendrá por responsable incluso por los pecados cometidos antes de que ella existiese. Éste es el principio según el cual Dios obra cuando juzga corporativamente todo un sistema. Individualmente, cada uno llevará su propio juicio (Romanos 2:5-16; 14:12; 2.ª Corintios 5:10; Gálatas 6:5; etc.).»

W. Kelly, en The Christian Annotator, pág. 337, 1856

La insistencia en el error de que el término «generación» significa forzosamente 33 ó 40 años, requiere unas observaciones adicionales:

«Queda todavía un punto: la expresión “No pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.” Ahora bien, el entero estado de cosas finalizó por entonces unos cuarenta años más tarde, e Israel ya no existió más como el lugar del testimonio. Sin embargo, no tengo la menor duda de que el término “generación” tiene una fuerza distinta de ésta. “Generación” es generalmente usada en la Escritura con un sentido diferente del período de la actividad humana, o del tiempo transcurrido desde el nacimiento de un hijo hasta el nacimiento del hijo de éste (o sea, lo que dura la vida activa de un hombre). Y con referencia a Israel precisamente, se emplea particularmente con el otro sentido (no con el cronológico), tal como lo presentan, entre tantas, las siguientes citas: “la generación de los malos, nunca verá la luz” (Salmo 49); “una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis” (Filipenses 2:15); “Tal es la generación de los que le buscan” (Salmo 24:6). Y así podemos encontrar muchos otros pasajes. El término “generación”, pues, se refiere a una clase de personas que tienen un determinado carácter, así como aquellos que tienen su común período de vida juntos. Si el lector se vuelve a Deuteronomio 32, hallará en los versículos 5 y 20 la palabra usada en este sentido en inmediata referencia a Israel durante su prolongado rechazo hasta el fin: Son una “generación torcida y perversa.” “Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; porque son una generación perversa, hijos infieles.” Y luego Moisés habla de la introducción de los gentiles, en un pasaje citado por Pablo, con referencia al mismo tiempo de que estamos hablando: el Señor declara que esa generación no pasará —una declaración cuyo cumplimiento lo vemos hasta el día de hoy—. Dios escondió de ellos Su rostro para ver cuál será su fin; sin embargo, ellos todavía no han pasado, sino que siguen estando. Allí permanecen hasta que ni una jota ni una tilde de la palabra de Cristo se haya dejado de cumplir.»

J. N. Darby, Collected Writings 6:255

«Es digno de notar también que en el evangelio de Lucas, donde las historias del sitio de Jerusalén y del fin están separadas, la expresión “no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”, se aplica, no al sitio de la ciudad por Tito, sino al fin del siglo o edad, mediante el uso de la palabra “todo”. Nótese así el uso de “esta generación” en el capítulo 21:32. Si ―como está claro― el hecho de venir después de “los tiempos de los gentiles” prueba que no se refiere al período de vida del hombre, sucesivamente, sino a la raza en ese mal estado moral, la expresión incluye los tiempos de los gentiles en su plenitud.»

J. N. Darby Notes and Comments 6:19

“Esta generación”, por lo tanto, bien puede entenderse como toda la generación bajo el pacto mosaico en el pasado, e incluye a los judíos hasta el tiempo de la aparición del Señor con poder y gran gloria. “Esta generación” es el antiguo Israel (el nuevo Israel será la nación salvado bajo el Nuevo Pacto). Es una clase moral (sin limitación al período de vida de una persona) que persiste en el tiempo con las mismas características morales.

La Escritura, al hablar de Israel, también habla de una “generación venidera”:

“Se escribirá esto para la generación venidera; y el pueblo que está por nacer alabará a JAH” (Salmo 102:18).

“Una simiente le servirá; será contada para el Señor como una generación” (Salmo 22:30, versión francesa de JND).

Hay, además de éstos, otros ejemplos en las Escrituras en los que el vocablo “generación” significa «una clase de personas», lo cual significa precisamente aquí; pero “la generación venidera” es el nuevo Israel, la simiente de Israel (no la Iglesia). Es la nación que nacerá en un día (Isaías 66:8), cuando el Libertador aparte de Jacob la impiedad, y todo Israel será salvo (Romanos 11:26) para la bendición milenaria.

El diagrama adjunto ilustra esto gráficamente, y también lo relaciona con el hecho de que si bien la cruz puso fin al sistema mosaico como válido delante de Dios, eso no cambió el siglo.

¿Cómo entender Mateo 16:28?

“De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino. Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos” (Mateo 16:28-17:2).

Puesto que algunos no morirían antes de que el Hijo del Hombre viniese en su reino, los preteristas totales toman esto como prueba de que esa venida tuvo que ocurrir necesariamente antes de que todos cuantos oyeron al Señor pronunciar esas palabras muriesen. Obsérvese el siguiente razonamiento de un preterista extremo que pretende, partiendo de sus erradas premisas, presentar el caso como una «verdad obvia»:

«Una muy importante pregunta debe formularse: ¿Cómo habrían interpretado las palabras de Jesús aquellos que lo escucharon entonces? Y además de eso, ¿cómo las iglesias a las cuales les escribieron los apóstoles habrían interpretado las cartas y admoniciones que les advertían acerca de la cercanía del retorno de Cristo?» [1]

¿Cómo es tan obvio que Cristo tenía en vista el año 70 A.D. que no lo podemos ver? Pero aunque no sostengamos las perturbadoras teorías del preterismo, sí podemos ver en la misma cita completa de Mateo 16:28-17:2 el modo en que las palabras del Señor se cumplieron. “Algunos” ―tres presonas, para ser precisos―, vieron en esta transfiguración al Hijo del Hombre viniendo en su reino. Esto, naturalmente, lo rechazan los preteristas, simplemente porque ellos quieren que la venida del Hijo del Hombre haya ocurrido en el año 70 A.D. La Escritura debe ser adaptada por la fuerza en todas partes a fin de apoyar el sistema. Obsérvese:

«Las profecías referentes a la parusía no fueron reconocidas por la iglesia gentil como cumplidas en los eventos que tuvieron lugar en el año 70 A.D. debido a la falta de la clave correcta de interpretación (de la cual hoy los preteristas totales nos beneficiamos, naturalmente), y fueron por eso reproyectadas hacia el futuro. La mayoría de los intérpretes de la actualidad ignoran esta clave, y se ven así forzados a eludir o arreglar las declaraciones referentes al tiempo pronunciadas por Jesús y los apóstoles.

Un ejemplo de esto lo constituye el relato de la transfiguración (Mateo 17:1-8), que es algunas veces explicado como el cumplimiento de la declaración precedente de Jesús… Esta explicación reduce el reino a una visión comunicada tan sólo a unos pocos selectos, en lugar de serlo a un vasto rango del dominio del Rey de reyes y Señor de señores sobre las instituciones de la cultura humana» [2]

Pasando por alto la absurda noción del dominio actual de Cristo sobre la cultura humana, la ridícula pretensión de que «esta explicación reduce el reino a una visión» parece pretender que los autores ignoran que aquellos que sostienen “esta explicación” creen en un reino universal venidero de Cristo sobre la tierra. ¿Por qué y para quiénes, pues, escribir algo tan poco serio?

La cita previa hace referencia a los apóstoles y a lo que ellos escribieron. Pedro fue uno de ellos, y él estuvo presente en la transfiguración del Hijo del Hombre. Es pura insubordinación a la Palabra de Dios tratar de pasar por alto las claras declaraciones de Pedro acerca de este asunto:

“También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas. Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo” (2.ª Pedro 1:15-18).

Así, en el monte, durante la transfiguración, Pedro vio “su majestad”, “el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Fue una vista anticipada de lo que aún habrá de venir. Pedro vio a Cristo corporalmente, pero transfigurado. Nosotros también le veremos de la misma forma, y estaremos con él también cuando venga, Él en el cuerpo y nosotros en el cuerpo, y nuestros cuerpos sean transformados para ser semejantes a Su cuerpo de gloria. “Algunos”, en efecto, vieron al Hijo del Hombre viniendo en su reino, lo vieron de forma anticipada, pero ese reino todavía no ha llegado a la tierra.

¿Cómo entender Mateo 10:23?

“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre” (Mateo 10:22-23).

Tal vez el significado de este pasaje no resulte tan claro como el asunto de “esta generación”, y también de Mateo 16:28. El pasaje habla de una misión para Sus discípulos judíos como Sus mensajeros. La clave para su comprensión radica en el hecho de que esta misión no sería plenamente llevada a cabo entonces, sino que sería interrumpida, y sería emprendida nuevamente en el futuro por aquellos a quienes representaban los discípulos, o sea, por el futuro remanente judío piadoso. William Kelly destacó:

«Dios vuelve así las armas del adversario contra sí mismo. “Ciertamente la ira del hombre te alabará; Tú reprimirás el resto de las iras” (Salmos 76:10). Uno no puede sino sentir que una verdad tal como ésta, aunque tenga una particular aplicación a los apóstoles encomendados a esta misión, muy seguramente también es para nosotros. “Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:19-20). Al mismo tiempo, Él los prepara para una conducta más cruel de parte de los demás, incluso de su propia familia. El hermano conocería los hábitos de su hermano, el padre conocería todo acerca del hijo, y el hijo acerca del padre: todo esto se volvería en contra de los siervos de Cristo. “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (v. 22). El v. 23 dice: “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”. Esta notable declaración nos hace recordar la expresión usada anteriormente: «la Iglesia es un gran paréntesis». La misión de los apóstoles llegó a su fin abruptamente por la muerte de Cristo. Ellos la siguieron llevando a cabo aun después por un tiempo, pero se acabó completamente por la destrucción de Jerusalén: el asunto se terminó por el momento, pero no para siempre. El llamado de la Iglesia fue entonces realizado, y cuando el Señor haya tomado la Iglesia desde el mundo al cielo, entonces Dios volverá a levantar en la tierra otra vez un testimonio al Mesías, cuando los judíos se conviertan. Dios declaró que daría Su tierra a su pueblo, y de seguro que lo hará, “porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29). En esto está comprometida la fidelidad de Dios, o sea que el pueblo judío debe ser restaurado a su propia tierra cuando “haya entrado la plenitud de los gentiles” (Romanos 11:25). El llamamiento de la plenitud de los gentiles constituye el paréntesis que está prosiguiendo en el tiempo ahora. Y una vez que éste haya concluido, el Señor reanudará sus lazos con Israel. Ellos regresarán a la tierra en incredulidad. El testimonio del reino ―que había comenzado en el tiempo de nuestro Señor por los apóstoles― será retomado hasta que el Hijo del Hombre venga. “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego… Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”  (Mateo 13:41-43). El Señor cumplirá plenamente en aquel día lo que fue encomendado al hombre, y que fue quebrantado por la mano débil o perversa del hombre. Luego todo bajo la Rama de Israel será glorioso. Entiendo que esto es lo que va junto con la notable expresión de que ellos no acabarían de recorrer “todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”. Todo el período en que el Señor hizo a un lado a Israel para hacer entrar a los gentiles, es pasado por alto en silencio. Él habla de lo que estaba derrumbándose entonces, y de lo que será reanudado en Israel en el futuro, pasando por alto lo que tiene lugar en el ínterin» (Matthew, in loco).

Hemos considerado hasta aquí tres pasajes muy importantes en los cuales se apoyan los hiperpreteristas y que, evidentemente, mal interpretan.